martes, enero 29, 2008

Castellet y el hambre masculina de obras significativas y trascendentes

Desde que descubrí Los escenarios de la memoria, Josep Maria Castellet siempre me ha despertado un gran interés y curiosidad (y por qué no decirlo, también el hecho de verle con frecuencia paseando por Diagonal, muy cerca del domicilio de mis padres). Recientemente, con motivo de la presentación de su Dietari de 1973, ha concedido una infinidad de entrevistas. Muchas las he leído, o visto por televisión, o escuchado por radio. Sin embargo, la que le realizó Víctor Amela en “La Contra” de la Vanguardia ha sido especial. En sus respuestas exhibe una franqueza poco común, propia de quien no se tolera trampas o enmascaramientos a la hora de hacer balance de su vida o de su generación. Castellet entrelaza sin pausa juicios severos y amargas constataciones, provocando una intensa sensación de contrariedad y desencanto. Aunque aún no comparto la mayor, confieso que no es fácil resistirse a la seducción de sus palabras.

Quizás lo que más me ha sorprendido es la impresión de vida malograda que parecen traslucir sus comentarios. Asombra que quien ha gozado de tanta influencia y reconocimiento, se muestre insatisfecho con sus realizaciones o con la optimización del tiempo que le ha tocado vivir. Pero, no es tan extraño, si tenemos en cuenta ese mandato que carcome la psique del género masculino impeliéndole a hacer obras de especial significación y trascendencia. Robert Bly, el padre de la masculinidad mitopoética, entiende que esa ansia espiritual es el rasgo que mejor caracteriza al género masculino.

Como comenta José Angel Lozoya “a los hombres les acompaña siempre la necesidad de nuevas metas y realizaciones, como a Ulises, el héroe mitológico que se pasó la vida intentando llegar a Ítaca sin darse cuenta que la vida era el camino”. Qué pueda haber de sustrato biológico y de construcción cultural en todo ello es aún difícil de dilucidar. Lo cierto es que resulta extremadamente difícil encontrar a un hombre que se haya liberado definitivamente de esta autoexigencia, o que al menos la haya desactivado en su interior de modo saludable. Tan difícil como encontrar una mujer que haya dejado de asociar la masculinidad a la capacidad de luchar por metas ambiciosas.


Josep M. Castellet, crítico literario

"La vida es un sinsentido"

VÍCTOR-M. AMELA - LA CONTRA, La Vanguardia, 18/01/2008

Tengo 81 años. Nací y vivo en Barcelona. He hecho siempre trabajo editorial, y he escrito crítica literaria, dietarios y memorias. Soy viudo desde hace cinco años. No he tenido hijos. Soy de izquierdas. Soy ateo. Una fuerza atraviesa el mundo: el mal. Propugno la infidelidad

¿Cuántos libros ha leído usted en su vida?

No sé, algunos miles. Y no computo los originales que se me caían de las manos en la editorial o en los premios de los que fui jurado, claro...

De profesión, lector. Y para evadirse de un trabajo así, ¿qué hacía?

Leer novelas policiacas malas.

¿Qué libro le convirtió en lector?

De niño leí a Salgari, Verne, Doc Savage, aventuras... Empecé a leer sistemáticamente en el instituto: un grupo de amigos intercambiábamos libros, bien escasos en los 40.

¿Ha robado libros?

Sí. Retengo una colección de Dau al Set de un amigo…

¿Qué libros le conformaron?

Los que leí durante mi reclusión en el sanatorio de Puig d´Olena, a los 23 años. ¿Qué le pasó?
Tuberculosis. Tuve que permanecer aislado, solo. Cada quincena me traían un lote de libros y devolvía los anteriores.


¿Quién se los proporcionaba?

Mi familia y mis amigos Barral, Sacristán, Ferrater, y otros... Tenía tiempo de leer libros de gran calado, extensos...

¿Cómo sabemos que un libro es bueno?

Si su autor te transmite una visión del mundo peculiar, y lo logra mediante el estilo, la forma. La forma como fondo... La mayor parte de los escritores no lo consigue ni lo conseguirá nunca. ¡Así son las cosas!

¿Qué consejo daría a un joven escritor?

Fíjate en el escritor que más te guste y pugna por escribir mejor que él. ¡Si fracasas, que el fracaso contenga grandeza! Usted podría haber escrito más... Quedaré como el hombre que podría haber escrito más. Los de mi generación dilapidamos tantas horas y energías en agitación político-intelectual en la clandestinidad...

¿Se arrepiente?

Hubiésemos sido más útiles a nuestra colectividad dedicando ese tiempo a nuestra actividad creativa, intelectual o artística.

¿Le parece haber perdido el tiempo?

Me parece que la vida es un complot para evitar que hagas nada de provecho.

¿Por qué lo dice?

Obligaciones, compromisos, reuniones, llamadas, citas, comidas, distracciones... Al final, todo te emprenya. Deseas algo que, a la vez, no te concedes. Yo no he sido capaz de liberar tiempo para mí. Y queda cada día una sensación de vacío, de inutilidad...

Lo decía en su dietario de 1973. ¿Y hoy?

Se ha estabilizado esa sensación: señal de claudicación total. La vida no tiene demasiado sentido, así que mejor estar ocupado...

¿En qué?

Todo lo que hacemos no son más que tentativas de evasión de la realidad. A unos nos ha dado por la cultura. A otros, por el sexo, la droga, el alcohol o lo que sea. O por todo a la vez, como a mi amigo Ferrater... ¡Da igual! Son pequeñas satisfacciones, refugios ante lo inclemente que es la vida. Su amigo Ferrater se suicidó. Es que el suicidio es la evasión total, definitiva. ¡Le tengo absoluto respeto! Me niego a escrutar las supuestas razones de un suicida: sólo a él le pertenecen, y es imposible que nosotros podamos dilucidarlas.

Pese a todo, ¡la vida es interesante!

La vida es un sinsentido. Es extraña, no se entiende. De niño vi a unos tipos sacar imágenes de una ermita y quemarlas. No entendí lo que vi. Y aquella primera sensación de extrañeza la he tenido ya siempre.

¿Y qué me dice de tanta gente buena que hay en el mundo?

Esa bondad aislada no compensa una fuerza que atraviesa el mundo: el mal. Como explica Isaiah Berlin en El fuste torcido de la humanidad, algo no ha funcionado en la humanidad. Todos lo sabemos, por mucho que intentemos disimular.

¿Cuál ha sido su estímulo para vivir?

Intentar lo imposible. Hacer algo que esté más allá de tus posibilidades. ¡Ese es el único estímulo posible! El resto es irrisoriedad vegetativa. Haz: haciendo, te haces.

¿Con qué éxito?

Yo he combatido el sentimentalismo cósmico, toda fidelidad inmutable a personas, hábitos, objetos, ideas, pensamientos... Propugno una ética de la infidelidad: pese a mi escepticismo, yo quiero participar del devenir del mundo, y eso exige evolucionar.

¿Ha roto con amigos, ideas, cosas...?

Sí. Y es doloroso. ¡Pero hay que hacerlo! Lo que se acaba, se acaba. Con todo respeto para el dolor de las personas: el dolor es componente insoslayable de la vida. Castellet, convendría alegrar esto... Es mejor saber que las cosas son así. Yo acepto, para empezar, que el inconsciente está ahí, que es un conglomerado de fuerzas no racionales que me impele a hacer ciertas cosas, convénganme o no.

¿Se ha psicoanalizado?

Lo pretendí a los 47 años, en 1973, pero un amigo psiquiatra me aconsejó que, a esa edad, era ya preferible dejarlo correr: me advirtió que toparte a esas alturas de la vida con tu catástrofe interior... puede empujarte al suicidio.

Vaya, acabo de llegar a esa edad, así que mejor lo dejo correr, ¿no?

Sí. Vaya haciendo cositas, esas pequeñas satisfacciones... Haga lo que haga, el mundo seguirá yendo mal, ¿eh? El mundo siempre va mal. Siempre. Pero va.


La Contra

En minoría

En 1973, Castellet se sometió a la disciplina de escribir un dietario para vivir en propia carne este género que Pla hizo brillar. Ese Dietari de 1973 (Ed. 62) quedó sepultado entre sus papeles. Ahora acaba de aflorar. Asombra la lucidez de sus juicios, formulados en días densos y tensos. Supo admitir públicamente estar equivocado, supo abandonar el realismo social para proclamar que sólo la libertad de los poetas (Nueve novísimos)puede determinar qué es la poesía. Y escribía ya entonces que Pla había hecho más por el catalán y Catalunya que todos los miembros juntos del jurado que le negaba el Premi d´Honor de les Lletres Catalanes, entre los que Castellet quedaba siempre en minoría.

domingo, enero 27, 2008

Conquistando la paternidad (nuevas masculinidades)




Antes de ayer, al entrar en el lavabo de un centro público, me encontré con un joven papá cambiando los pañales a su bebé[1]. No es nada excepcional, ni debería serlo. Pero, confieso que me sorprendió la competencia y la ternura con que lo hacía. Era evidente que ejercitaba su condición de padre con un elevado nivel de autoconciencia.

Ese mismo día, un buen amigo me anunció el nacimiento de su primer hijo. Durante meses ha estado asistiendo a las sesiones de preparación al parto con su pareja, lo que le ha permitido vivir su paternidad con especial implicación. Me comentó que el impacto que le ha dejado todo el proceso sobrepasa cualquier experiencia previa. A ello, ha contribuido además el hecho de elegir el parto natural, una opción cada más factible, porque ya existen centros sanitarios públicos que tutorizan y atienden esta modalidad de alumbramiento. Me decía que, pese a sus suspicacias iniciales, aquellas sesiones preparatorias le redescubrieron una dimensión de la vida con la que tenía la sensación de haber ido perdiendo contacto desde la infancia. Ahora, tenía la convicción de que esta tendencia a acortar y simplificar los grandes hitos vitales, tecnologizándolos gratuitamente, nos priva de vivencias determinantes para construir nuestra existencia. Y recalcaba: “No quiero liquidar de cualquier modo estos momentos preciosos. Andamos todo el día entre máquinas y maquinitas, metidos en una espiral de trabajo, consumo y ocio evasivo que nos desconecta cada vez más de lo verdaderamente importante. Yo he optado conscientemente por sustraerme a esa inercia.”



Me acosté pensando que los hombres por fin hemos empezado a liberarnos de ese corsé de la masculinidad tradicional, que ha estado a punto de anquilosarnos definitivamente, privándonos de emociones esenciales y alejándonos de los bienes más valiosos.

Quizás vean tras esta defensa de la paternidad afectiva a hombres desconcertados y sin energía, que esconden su confusión tras un sentimentalismo sensiblero de nuevo cuño. Yo, sin embargo, llevo tiempo descubriendo a hombres sólidos, lúcidamente determinados a romper con dinámicas que les estaban empobreciendo. Hace falta mucha fortaleza para comprometerse con la paternidad y defenderla de otras "exigencias".

Pero, el escenario es nuevo y los conflictos se van a multiplicar. Y no tanto a consecuencia de las masculinidades tradicionales, que a pesar de su resistencia más o menos virulenta serán cada vez más residuales, sino sobre todo por la dificultad de reinventar un hogar en el que los hombres compartan en condiciones de igualdad la gestión de los afectos, los espacios y los tiempos. Ese ámbito era exclusivo de las mujeres hasta hace muy poco tiempo.





[1] Escribo “su” y yo mismo siento la presión de ese vetusto mandato de género que sólo autoriza a utlizar este posesivo en relación a las madres, si hablamos de un bebé.

miércoles, enero 23, 2008

Extincionistas y ecosexuales. Masculinidades suicidas

A propósito del problema del agua, la semana pasada uno de mis alumnos más jóvenes me sorprendió al defender la desaparición de la especie humana en beneficio del equilibrio planetario. Le hablé de la sostenibilidad, una opción más atractiva y además compatible con nuestra legitima aspiración a la supervivencia. Le expliqué que si pensáramos como él sostenía, nada tendría sentido, más allá del suicidio colectivo. Le confesé que los educadores difícilmente encontraríamos sentido a nuestro trabajo, si no pudiéramos confiar en las posibilidades de mejora del ser humano. Le señalé que ya no había esclavos y que es posible avanzar hacia formas de vida más dignas. Le hablé de mi esperanza en la promoción de pautas de conducta que destruyan cada vez menos nuestro entorno.

A pesar de mi larga disertación, percibí en él un notable escepticismo, pero no le pedí más aclaraciones (¿quién se inmolará primero?, ¿empezaremos por los hombres, máximos responsables del fiasco), temeroso de toparme con alguna sorpresa desagradable. Días después me asombró leer en el Magazine de La Vanguardia (21/10/2007) un reportaje – “Las mil caras de Adán”, texto de María del Mar Rodríguez-, que anuncia la aparición de los “extincionistas”. No sé si mi alumno conocerá está corriente, pero desde luego está en su onda...

El medio ambiente marca tendencia. El chico de moda usa bombillas de bajo consumo y recicla. Los ecosexuales son hoy los superhéroes a los que imitar. Son los más atractivos. En el origen fue el hombre. La historia se fue complicando y apareció el metrosexual. Luego llegó su legión de variantes:übersexuales, tecnosexuales y hasta los retrosexuales. Ahora es el turno del ecosexual.

Tal vez ha llegado para quedarse o quizá no sea más que otra efímera mutación mediática y comercial del cromosoma Y con la finalidad de que se vendan más coches híbridos. Sea como sea, el chico del momento usa bombillas de bajo consumo, recicla y gasta vaqueros –ligeramente caídos– de algodón ecológico.

La palabrita de marras no ha salido en esta ocasión de un avispado publicista con libro nuevo en la recámara, sino de esa chistera de historias bien trabadas y especial olfato para el futuro que es la revista Wired. “Ahora que el medio ambiente es lo que marca tendencia, los ecosexuales serán cada vez más fashion”,dictamina la biblia de la sociedad digital. Los aguerridos guerreros dispuestos a velar por el futuro del planeta son hoy los superhéroes posmodernos que imitar, también los que más atractivo parecen tener. Sus posibilidades de ligar por doquier son teóricamente más altas que las de los varones que no practican los nuevos mantras verdes.

Eco, über, metro, tecno, lo que importa, al fin y al cabo, es gustar. El guión chico busca chica no ha variado considerablemente. Quizá ahora lo que cambie sea todo lo demás, incluido ese final feliz que seguía al “y comieron perdices”.


Extincionistas

Les Knight no se ve a sí mismo como protagonista del clásico cuento en el que pequeñas criaturas le colmen de ruido, felicidad y den continuidad a su apellido. Fundador del Movimiento Voluntario para la Extinción Humana (VHEM, siglas en inglés), con 24 años se sometió a una vasectomía, con la idea de que los seres humanos son intrínsecamente peligrosos para el planeta.


Anima a sus seguidores a imitar su ejemplo; o, cuando menos, a no procrear. A los ecorradicales del VHEM no les basta con las famosas 3R (reciclar, reutilizar, reducir) que han adoptado los ecosexuales como modus vivendi. Tal vez eso les hace más cool, pero no sirve para salvar el planeta. Knight considera que pecamos de “humanocentrismo” en nuestros planteamientos conservacionistas; la solución no es otra que permitir que nuestra raza se extinga y dar así otra oportunidad al planeta azul. ¡Los chicos de VHEM van a salvar la Tierra, lástima que no haya nadie aquí para verlo!

Knight significa caballero en inglés, una curiosa coincidencia que pone sobre el tapete hasta qué punto el varón contemporáneo ha ido desgajándose por el camino de los tradicionales atributos del Homo sapiens portador de los cromosomas XY.

El mito de varón reproductor se hace ahora trizas en nombre de la biosfera. Si Júpiter esparció su semilla por donde le vino en gana para perpetuar su especie, ahora Saturno devora a sus hijos antes siquiera de haberlos engendrado. Ya no se trata de preservar su poder frente al hijo traidor, sino de salvar ese habitáculo que le trasciende llamado planeta Tierra y que su propia descendencia pondrá en peligro sólo por el hecho de existir.

Entre el ecoextremista que inmola su material genético en aras de un universo mejor y el macho man con vocación de semental que cree que sus feromonas son bocatto di cardinale, hoy se abre paso un insospechado abanico de tipos de hombres que dejarían a Adán perplejo. Y a Eva, naturalmente.

domingo, enero 20, 2008

los adolescentes españoles se estrenan en las relaciones sexuales a los 14 años

Los indicadores que revelan lo mal que estamos planteando la educación son abrumadores. Ayer El País daba a conocer algunos de los datos recogidos en el libro de Nora Rodríguez ¿Hablas de sexo con tus hijos?, que revela el adelanto de la primera relación sexual completa a los catorce, una precocidad que se compatibiliza con un sobreproteccionismo agobiante, pero que elude cobardemente estas cuestiones. Tras esta abdicación, la verdadera escuela de iniciación sexual la constituye la pornografía, siempre en busca de nuevos horizontes de riesgo y brutalidad y reintroductora de los estereotipos sexistas más rancios, esos que decimos combatir desde tantas instancias.

Reproduzco el artículo y el enlace a la noticia. Vale la pena leer los comentarios de los lectores.

El sexo adolescente se salta la seducción

Las referencias en televisión y pornografía borran el erotismo - El inicio llega a los 14 años sin tabúes, más lúdico, pero reproduce roles de género y mantiene el ansia de impresionar

TEREIXA CONSTENLA 19/01/2008

Ya no es tabú ni pecado. A los 14 años, como media, los adolescentes españoles se estrenan en las relaciones sexuales. A los adultos les sorprende esta precocidad porque la comparan con su propia experiencia, pero si se contrasta con la iniciación de jóvenes de países cercanos no hay lugar para el asombro. Ingleses, franceses o portugueses experimentan antes.

La edad de inicio es quizás el cambio menor. La concepción de la sexualidad tampoco es la misma. Ya no está rodeada de lastre religioso ni de moralina oscurantista. Ahora es lúdica, algo corriente, parte del ocio, un intercambio entre amigos, algo que hay que hacer. Y se asimila, sobre todo, a partir de la publicidad, la televisión, el cine, internet y la pandilla, lo que ayuda a transmitir mitos erróneos y aviva algunos miedos. Unos nuevos. Otros, como el tamaño de marras, de toda la vida.

"La gente está como desesperada por hacerlo antes de los 18, como si fuera un fracaso no hacerlo antes. Incluso se tienen relaciones antes de los 14, se ve normal". El testimonio de Jesús V. J. es doblemente valioso. Tiene 17 años, estudia 2º de Bachillerato y aspira a ser ingeniero de Telecomunicaciones. Desde los 15 transmite información sexual a otros jóvenes tras formarse como mediador en un curso del Instituto Andaluz de la Juventud. "Lo que más piden es información sobre cómo ponerse el preservativo".

Jesús constata tendencias observadas por los expertos. Por ejemplo: el uso de la pornografía. "Está normalizado, ver películas porno es algo típico". Si no hay otro modelo que lo contrarreste, el resultado es la construcción de una sexualidad genitalizada y machista. Y la muerte de la sensualidad y el erotismo.

"No hay ceremonias de seducción, es el aquí te pillo, aquí te mato. El sexo es penetración", suelta tajante la pedagoga argentina Nora Rodríguez, autora del libro ¿Hablas de sexo con tus hijos? (editorial Temas de Hoy, 2007). "La influencia de la pornografía es total. Se ve en las posturas contorsionadas, en lo que importa el tamaño del pene, en la degradación del cuerpo de la mujer y en que creen que el sexo es algo rápido e impecable, penetración y genitalidad", detalla.

Para escribir ¿Hablas de sexo con tus hijos?, Rodríguez entrevistó a adolescentes y también compartió algunas horas de marcha juvenil. Le sorprendió la pervivencia de algunos fantasmas. "Ves a las chicas tan modernas, con sus piercing, sus minifaldas y te sorprende descubrir que siguen esperando al príncipe azul igual que hace 60 años, lo que quiere decir que si el chico que les gusta no quiere usar el preservativo no harán que se lo ponga para evitar que se vaya con otra".

No es una impresión aislada. En un estudio del Ministerio de Sanidad y Consumo sobre la utilización de métodos anticonceptivos en jóvenes, se alerta sobre las desigualdades de género: "En las chicas más que en los chicos, y en las clases medias altas más que en las clases medias y medias bajas, se aprecia un cambio de los citados estereotipos en una línea más igualitaria. Sin embargo, hay otros sectores sociales en los que siguen vigentes los estereotipos más tradicionales y en los que las chicas tienen menor capacidad de decidir libremente sobre cuándo y cómo mantener las relaciones sexuales".

Pero Nora Rodríguez también descubrió nuevos hábitos sexuales: el chill-out, el bluetooth o el sexo azul. El primero consiste en dejarse llevar: "Como soy joven, fuerte, guapo y vital puedo dejarme llevar y no usar el preservativo en la penetración, es el sexo como riesgo".

No es una moda seguida masivamente. Para tranquilizar a los padres véase la infografía de esta página: los jóvenes españoles usan anticonceptivos en mayor medida que los franceses, portugueses e ingleses. Los seguidores del chill-out serían el 10% de los chicos y el 4,3% de los chicas de 15 y 16 años que tuvieron alguna relación sexual, según el último estudio internacional sobre Hábitos de Vida y Salud en Adolescentes (HBSC) difundido, correspondiente a 2002.

La segunda práctica citada por Nora Rodríguez se mantiene con desconocidos a los que se ha contactado a través de la tecnología bluetooth. El sexo azul es, aclara la pedagoga, el que se obtiene después de tomar Viagra, a la que recurren algunos para neutralizar el efecto del exceso de alcohol y drogas. Porque no se puede fallar. "Hay mucho miedo a quedar mal y una necesidad de estar siempre excitado, feliz", sostiene Rodríguez.

Lo corroboró un estudio del Instituto de la Juventud (Injuve) entre chicos de 15 a 19 años. En la antesala de la primera vez, a los chicos les pesa "no dar la talla" y no saber ser "varón maduro". A las chicas las atenaza "el miedo al abandono", al "engaño", al "daño" y a no ser "suficientemente deseadas".

En esta investigación se hurgó en el peso de la pandilla. Concluyeron que la sexualidad adolescente "se ejercita en grupo" aunque con diferencias entre unas y otros. Ellas se sienten "presionadas" y "enjuiciadas". Ellos "celebran" sus relaciones. Hay una convicción que planea sobre casi todos: "Los chicos siempre quieren y las chicas siempre pueden".

De nuevo, Jesús ofrece su experiencia. "Los chicos hacen todo lo posible para que se sepa, con las chicas es distinto, con ellas hay bulos". Apostilla la segunda convicción con las diferencias de comportamiento ante el sexo oral, habitual en un sentido y raro en otro: "Se da más de chica a chico porque es él el que tiene más ganas de hacerlo".

Entre los jóvenes entrevistados para el estudio del Injuve, el sexo es "básicamente el ocasional". Es el que se obtiene en momentos de ocio, un "paréntesis" en las normas "sin límites" para el disfrute. "Caben alcohol, estimulantes, frivolización, contactos y no caben el compromiso, la prudencia y el cálculo".

Las vivencias de Jesús no concuerdan plenamente con el resto del estudio: los jóvenes de su pueblo tienen sexo en pareja. Tal vez porque no hay una foto fija, un retrato uniforme y homogéneo de la sexualidad de los jóvenes de hoy. La sociedad española es un mapamundi de familias reconstituidas, tradicionales, unipersonales y homosexuales. Aunque corten temporalmente los lazos con los seres que superan las dos décadas de vida, los adolescentes no son ajenos a su entorno. A semejanza de los adultos, hay jóvenes homosexuales y jóvenes homófobos. Descubrir que la orientación sexual de uno no es la predominante en su entorno a una edad en la que se vive por y para el entorno puede desestabilizar a muchos adolescentes. "El proceso de aceptación es muy duro porque la presión del entorno determina muchísimo", expone Francisco Jesús Pérez, presidente de Entiendes, una organización juvenil de la federación Colegas de lesbianas, gays y transexuales.

Su caso no fue traumático, pero sí "complicado". A los 15 años le comunicó a sus amigos, heterosexuales, que era gay. "Reaccionaron con algo de incredulidad, pero lo encajaron de forma natural, a ellos también les ha servido de mucho", revive. Con su familia aguardó hasta los 18. "Quería estar seguro. Al principio fue muy difícil porque confundían al gay con el que quiere cambiar de sexo, pero con el tiempo fueron cambiando".

Ahora trabaja para que otros jóvenes homosexuales salgan adelante. No es fácil. La homofobia arrasa en las aulas. El 44% de las estudiantes y el 24% de los alumnos consideran que la homosexualidad es una enfermedad, según un estudio elaborado por Colegas. Unos porcentajes similares consideran que heterosexuales y homosexuales son desiguales. Y aún más: alrededor del 80% está convencido de que si alguien en su clase se declara homosexual sería "discriminado".

Gays y lesbianas se pueden casar, pero las leyes no destierran prejuicios. "Mi hija tiene 16 años, tiene una amiga, dice que siente una atracción muy fuerte hacia ella. No sé si llevarla a un psicólogo o qué hacer. Llevo días llorando". La voz que suena corresponde a una madre preocupada porque a su hija le gusten las mujeres. Su receptor es Pedro Villegas, un médico y sexólogo que atiende el Teléfono de Información Sexual para Jóvenes de Andalucía desde hace 14 años. Casi nunca recibe consultas de lesbianas. "Pero sí lo hacen chicos con dudas sobre su orientación sexual, que fantasean con penes o han tenido sueños gays". A partir de los 14 años de historia del servicio, el más antiguo de carácter público en España -depende del Instituto Andaluz de la Juventud-, se podría analizar la evolución de la sexualidad juvenil.
Nadie llamaba para contar sus dudas sobre su orientación sexual hace 14 años. "Al principio las mujeres no preguntaban por la falta de orgasmo", recuerda. "Y los hombres preguntan ahora más por la anticoncepción", apuntala su compañera, la psicóloga Isabel Luna. "Hay nuevas mitologías como el placer de la penetración anal para las chicas", cita Villegas. "O el del esperma alien, que esté dónde esté siempre ataca. La pregunta tipo sería 'le hice a mi novio sexo oral, me dio un beso, luego él a mí, ¿puedo quedarme embarazada?", reproduce Luna.
Responden a cuestiones sobre píldoras poscoitales, preservativos rotos, eyaculaciones tempraneras, el tamaño de marras o embarazos imposibles. A Villegas le asombra la sexualidad "pornográfica". A Luna, que los jóvenes están "hiperinformados, hiperliados e hiperasustados". A su confusión contribuyen que las nuevas fuentes de conocimiento son medios audiovisuales que no siempre divulgan. Apenas educan la escuela o la familia. Aunque no pueda culparse de ello a los padres por sistema. Los dos hijos de Pedro Villegas, de 14 y 16 años, se niegan a conversar de sexo con el profesional, su padre.

-Un día le pregunté a mi hijo si se masturbaba, y le dije que si no lo hacía que era bueno que lo hiciera.

-¿Y qué le dijo?

-Nada, farfulló algo y se fue. Se avergüenzan totalmente de mi trabajo. En mi casa se habla de todo menos de placer y de sexo.

Enlace: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/sexo/adolescente/salta/seduccion/elpepisoc/20080119elpepisoc_1/Tes

Políticos, bebés y masculinidades


Darren Garnick, un cineasta y escritor de New Hampshire, con habilidad y empeño ha conseguido que prácticamente todos los políticos que han desfilado por su esta jurisdicción electoral privilegiada acaben sostenideno a su hija de cinco meses en sus brazos. Lo cuenta en su blog http://darrengarnick.wordpress.com/ y ayer lo recogía el ABC.


Aunque cómo explica Darren sería osado "establecer grandes correlaciones entre la forma en que se comporta un bebé y las posibilidades de un aspirante a la Casa Blanca", a mí me parece que este test tiene interés, cuando menos para hacer aproximaciones a otra cuestión: cómo han construido su masculinidad o feminidad los candidatos. Dice Darren que "su hija se ha sentido más cómoda en los brazos de los demócratas Barack Obama, Hillary Clinton y Dennis Kucinich." En el bando republicano, Rudy Giuliani no ha salido muy bien parado. Según el padre fotógrafo, «Rudy la cogió como si fuera una pelota de fútbol y se puso muy nervioso cuando la niña empezó a llorar, no pudo esperar a sacársela de encima».


Por cierto, no puedo dejar de establecer relaciones entre la ternura que muestra Barack Obama y la que le prodiga su esposa (vean la foto que que reproduzco en el post: http://buenamente.blogspot.com/2008/01/condicin-masculina.html).




sábado, enero 19, 2008

El feminismo igualitario lo representan los hombres y mujeres que promueven la custodia compartida

LA VANGUARDIA
Pilar Rahola 28/12/2007

Fue mi padre quien me convirtió en feminista. Ese hombre extraordinario, que siempre respetó a mi madre, que estaba dispuesto a ser el primero en levantar la mesa, en preparar la comida, en cargar con la compra, me enseñó el valor de la convivencia.

Eran otros tiempos, y el comedor de casa era, para muchos, el espacio de la libertad.
Desde ese comedor de casa, solidario y respetuoso, aprendí a amar la igualdad y a luchar por ella. Como tantas otras mujeres.

De la generación de nuestras abuelas, que se dejaron la piel para poder votar, a la de nuestras hijas, que pueden ser presidentas, el camino recorrido es un salto galáctico: en solo tres generaciones hemos cambiado el paradigma cultural de siglos.

Por supuesto, ahí estamos, con las cifras de maltrato llenando de sangre las estadísticas, con las mujeres luchando por ser las mejores en el trabajo y en la casa, y no morir en el intento.
Con nuestras vergüenzas de discriminación en sueldos. Con el enorme esfuerzo que tiene que hacer la trabajadora que quiere ser madre.

Desde luego, si miramos al pasado, la transformación social ha sido revolucionaria.
Si miramos al futuro, la mujer está en condiciones de alcanzar todas las metas. Pero, si miramos al presente, aún dejamos demasiada piel y dolor en el intento. Y, por supuesto, si la mirada es global, la situación de la mujer destruye cualquier esbozo de optimismo. Desde la vergüenza de las mujeres esclavas en los países islámicos, a las niñas de los prostíbulos, pasando por todo tipo de violencias.

Hemos andado mucho en el camino de los derechos, pero marea pensar lo mucho que falta por andar.

Siendo todo ello cierto, me preocupa, sin embargo, que la lucha de la mujer pueda invadir los legítimos derechos de los hombres.

Para entrar en la materia más espinosa, demasiadas son las voces serias que alertan del mal uso que se está haciendo de la ley contra la violencia de género, a favor de mujeres que la utilizan para negociar patrimonio, conseguir ventajas o, directamente, fastidiar al ex de turno. De entre todas ellas, es notable la voz de la juez decana de Barcelona, Maria Sanahuja, que ha alertado reiteradamente del exceso de denuncias falsas. Los datos sobre este hecho no son claros, pero todos los sectores implicados hablan de centenares de falsedades.

En cualquier caso, la casuística nos trae demasiados padres cuya denuncia falsa les ha destrozado la vida, hasta que un juez ha levantado la sospecha.

¿Realmente es tan fácil? Si un hombre acusa a su mujer de maltrato, las dificultades para llevar a puerto la denuncia son ingentes. Pero si una mujer lo acusa a él, la ley lo convierte en culpable incluso antes de ser sospechoso, y el calvario que vivirá será terrible.

Es indiscutible que la ley contra la violencia de género era urgente para luchar contra esta lacra social.

Pero, ¿la hemos hecho bien? Si las mujeres pueden usarla fácilmente para dirimir sus cuitas económicas o sentimentales, no solo la hemos hecho mal. Hemos convertido la lucha por la justicia de las mujeres, en una forma de injusticia para los hombres.Demasiados padres que no pueden ver a sus hijos, demasiados que cuelgan de la percha de la sospecha, demasiados que ven dilapidado su patrimonio, más allá de sus obligaciones legales.

La lucha de la mujer por la igualdad nunca puede ser la coartada para otra forma de discriminación. El feminismo, que tanto sabe de sufrimiento, tendría que ser el primero que levantara la voz contra esta otra forma de maltrato. Porque, o denunciamos los abusos en nombre de la mujer, o estamos convirtiendo una lucha justa en una forma de venganza.


lunes 24 de diciembre de 2007

Sindrome Alienacion Parental

CARTA de Cris publicada en "LA VANGUARDIA" el día 23.12.2007

Soy mujer, divorciada y sin hijos. No me dedico por tanto a mercadear con los niños, como hacen muchas madres divorciadas que utilizan al niño para hacer daño a su ex pareja en un odio irracional que nace, en la mayoría de los casos, y siempre bajo mi punto de vista, de la pérdida de "comodidad económica" que les supone el divorcio.Pero aparte de mujer divorciada sin hijos, ante todo soy persona. Y me pone el vello de punta leer noticias de madres que causan a sus hijos un daño irreparable, por años que pasen, al condenarlos a no ver a su padre, a condenarlos a oír sistemáticamente la misma historia "tu padre es esto o lo otro, nos ha abandonado, nos dejó sin dinero...."Señoras.... trabajen! Y no cuenten historias al hijo. Él debe permanecer al margen de los problemas de los adultos. No tiene la culpa de nada. Es un menor. Está indefenso. Y además no puede mandarla a freír espárragos pues no se atreve. Su padre es su padre, como su madre es su madre. Y necesita a ambos por igual.Es insultante que en pleno siglo XXI y cuanto más se aboga por la igualdad, más desigualdad haya. Hemos pasado de un extremo al otro. De no tener derecho a voto a tener derecho a arruinar la vida a un hombre solo por contar una trola. "me ha insultado" (dice ella) " es un delito. Él se va detenido por tema de violencia doméstica. Sin embargo ella puede vejar, insultar, pegar, etc... al hombre, y al hijo y a lo sumo, es una falta.Ahora, comienza a haber jueces valientes, y sobretodo, conscientes de la realidad de éste país, lleno de padres maltratados, de hijos maltratados, de familias rotas. Pero no rotas por el divorcio de los progenitores, sino por la maldad de un progenitor que pone al menor en contra del otro. Eso es una ruptura. Y señores... es irreconciliable, pues el daño no se repara. Podemos poner tiritas, pero el daño ya se ha hecho. Un poco de conciencia social por favor... estamos criando a los futuros adultos. Y serán gente marcada por una infancia de maltratos. Tendrán problemas de adaptación social, de relación con sus iguales, prejuicios y miedos fundados por las madres.... Reitero.... soy mujer. Pero si "ellas" lo son... a mi nómbrenme de otro modo. Pero no mujer. No quiero serlo. Ante todo, seamos PERSONAS.

http://sapcris.blogspot.com/2007/12/sindrome-alienacion-parental.html


Exculpado de abusar de sus dos hijos tras cuatro meses en prisión Los jueces afirman que la madre y la abuela indujeron a los niños a mentir

PERE RÍOS - Barcelona
EL PAÍS - Sociedad - 07-01-2008

Martí Turégano Vilardell fue detenido y esposado en presencia de uno de sus dos hijos el 28 de marzo del año pasado. Ese día debía iniciar las vacaciones de Semana Santa con los niños, que entonces tenían dos años y medio y seis, pero la denuncia de su ex mujer lo impidió. Pasó las vacaciones en la cárcel y allí siguió otros cuatro meses acusado de abusar sexualmente de los menores. Hace unos días, la Sección 20 de la Audiencia de Barcelona le ha exculpado. Los jueces concluyen que no hay pruebas contra él, no se creen la denuncia de la ex mujer y aseguran que las declaraciones de los menores que sirvieron para encarcelar al padre fueron inducidas por la madre y por la abuela materna.La pareja se había separado de mutuo acuerdo a mediados de 2006 a instancias de él. La mujer se quedó la guarda y custodia, la mitad de un apartamento y otras pertenencias, explica Turégano. "Jamás pensé que pudiera ser capaz de esto y actuar así por odio y rencor", relata el hombre, de 34 años y contable de una multinacional.

El padre ha pasado siete meses en tratamiento psicológico y psiquiátrico y asegura que el calvario que él ha pasado no lo desea ni al peor de sus enemigos. "Conmigo se ha cometido una injusticia que jamás olvidaré", dice. Lleva nueve meses sin ver a sus hijos y ahora confía en que la exculpación haga cambiar de parecer a los jueces.

La decisión de la Audiencia de Barcelona pone fin al proceso iniciado por el Juzgado de Instrucción número 5 de Mollet del Vallès (Barcelona), que dio verosimilitud a la denuncia de la madre y procesó al hombre por un delito de abusos sexuales con acceso carnal contra su hijo J., y por otro contra su hermano M., en este caso sin violencia.

El Código Penal castiga la primera conducta hasta con 10 años de cárcel y la segunda, hasta dos años. La acusación particular ejercida por la madre solicitó de la Audiencia de Barcelona que abriera juicio contra el hombre, pero los jueces explican que no hay ninguna prueba que lo justifique.

Los Mossos d'Esquadra registraron su vivienda y no encontraron ninguna de las películas pornográficas con menores que se habían relatado en la denuncia ni ningún otro dato que permitiera sospechar que se cometieron abusos. Los informes médicos del Hospital de Sant Joan de Déu, que revisó a los niños, también descartaron las agresiones, y los informes psicológicos concluyeron que no existieron los abusos.

Así las cosas, el tribunal explica que la principal prueba de cargo en estos meses han sido las declaraciones de los menores, pero añade que han sido "cambiantes". Al principio parecía que existía "sospecha de posible abuso sexual", pero después quedó descartado por los psicólogos. "Los niños no presentan rasgo de abuso sexual y en el propio informe psicológico se indica que la forma de narrar los hechos investigados reduce la credibilidad de su relato", dice el tribunal.
Los jueces afirman que las respuestas de los niños a los psicólogos "pueden estar inducidas por la madre", de la que se dice que está "personalmente enfrentada con el padre". Los menores también relataron que "lo que dijeron del pene de su padre y de los dientes no pasó de verdad, que se lo había dicho su abuela".

Al margen de sus parientes, el único apoyo que recibió el acusado fue el de la Asociación de Padres de Familia Separados de Cataluña, que reclamó su presunción de inocencia. La justicia concluye ahora que no es una suposición.

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Sobre custodia compartida véase también http://lacomunidad.elpais.com/antoniopegaso/2008/1/15/el-sidrome-alienacion-parental-y-otro-feminismo, de donde procede el título del post

Condición masculina

El 10 de enero pasado nada más ver esta magnífica foto en El país la recorté y hoy me decido a reproducirla. Le he contemplado cientos de veces y se me acumulan las lecturas. Me pregunto qué niveles de autonomía emocional puede alcanzar el hombre por si solo.


La tragedia del proveedor


La insistencia permanente en los privilegios de la condición masculina, nos impide ver las pesadas cargas que esos “privilegios” tienen asociados y las desventuras que generan. Una de ellas es la de actuar como los proveedores principales del hogar.

Muchos hombres tardan prácticamente toda una vida en descubrir el gran error que cometieron al focalizar todas sus energías en ese cometido. En sus momento, sus psiques se dejaron esclavizar por la creencia de que el trabajo era la única vía posible de autorrealización, y si además obtuvieron éxitos y recompensas profesionales seguramente reforzaron más esa creencia. Quizás, con el paso del tiempo, las señales de que algo no funcionaba bien se multiplicaran, pero su estrecha perspectiva de la realidad no les permitió reconocerlas. Los tiempos y espacios domésticos poco a poco se delegaron en el cónyuge; el vínculo afectivo con el hogar, con la pareja y con los hijos empezó a languidecer y a ser vivido como algo lejano y artificioso; los ritos domésticos se fueron esclerotizando; el nivel de compromiso disminuyó... Y, con toda probabilidad, empezaron a buscar compensaciones emocionales en otros ámbitos, tolerando los episodios de infidelidad. Es un cuadro que se reitera con frecuencia en las llamadas “crisis de la mediana edad”.

En el campo de la gestión empresarial se ha acuñado la expresión “despido interior” para referirse a la situación de aquellos trabajadores que ya no se sienten estimados ni valorados y que se han autoexcluido de los objetivos y proyectos de la empresa, limitando insignificante presencia a la de sus cuerpos automatizados y ausentes. ¿Cuántos hombres no se encuentran en una situación similar en sus propios de hogares?. Estos hombres que viven como exiliados o zombies en su entorno familiar son la prueba evidente de que de lo destructivos que pueden llegar a ser estos procesos. Muchos además reúnen en su persona los dos despidos: el laboral (interior o no) y el familiar (interior o no –divorcio además probablemente acompañado de expolio emocional y económico). Es la tragedia del proveedor, que puede llegar su punto culminante con la jubilación, como reflejaba un reportaje de la BBC sobre las llamadas “hojas húmedas”, emitido en C33 hace un par de meses...


“El síndrome del marido jubilado”. C33, 13 / 11 / 2007, reportaje de BBC (Gran Bretaña).


En Japón, las mujeres les han bautizado con el mote de "hojas húmedas" porque son pegajosos o como una especie de trastos viejos que les gustaría tirar a las basura. Consideran los hombres jubilados como una carga, una molestia que tienen en casa y que les gustaría que despareciera. Las mujeres no están acostumbradas en tener los maridos en casa, porque han estado viviendo solas durante años, como consecuencia de los horarios laborales de los hombres que se pasan todo el día fuera de casa. Por ello, cuando se jubilan y se vuelven pensionistas, deben enfrentarse con sus mujeres . En muchos países, la llegada de la jubilación se concibe como una oportunidad para el reencuentro de la pareja, que intentará rehacer la vida buscando actividades conjuntas entre ambos y se imagina como una especie de época dorada. La pareja piensa en le retiro de la actividad laboral con ilusión. Sin embargo en Japón, la llegada de la jubilación significa un momento de gran estrés y la puerta abierta a muchos fracasos matrimoniales.

Japón es el país del mundo donde se encuentra más divorcios a la edad de más de 60 años y la cifra no deja de crecer. Normalmente, es la mujer la que pide el divorcio, después de más de 30 años de convivencia, durante los cuales el marido se ha dedicado casi en exclusiva al trabajo, y eso ha hecho que las dos vidas, la de los hombres y la de las mujeres, discurrieran completamente aparte. La mayoría de las mujeres, que crecieron con un gran respeto hacia el marido, buscan como hacer frente a sus intereses fuera del matrimonio, y crean su propia red de soporte con sus amigos.

La jubilación del marido y su presencia diaria durante muchas horas en casa deja en evidencia la desconexión emocional de la pareja está emocionalmente, sin que tenga nada que decirse, ni nada que hacer en conjunto. Estar tantas horas juntos les lleva a descubrir que son dos desconocidos. Se considera que uno 60 por ciento de las mujeres del Japón tienen dolor de cabeza, depresión y otros fenómenos relacionados con este síndrome que ha recibido su propio nombre: El síndrome del marido jubilado. En los próximos dos años, alrededor de siete millones de japoneses se tendrán que retirar y eso puede significar una explosión de divorcios y de nuevos enfrentamiento entre hombres y mujeres.

FUENTE:
http://www.tvcatalunya.com/60minuts/2007/071113.html


Me pregunto en qué proporción este fenómeno se produce en Occidente y en que medida afecta a las nuevas generaciones. No tengo tan claro que hayan desaparecido estas inercias. La división sexual de las funciones sigue persistiendo más o menos enmascarada, pero ahora con la tensión añadida de que tanto hombres como mujeres tienden a incurrir en el mismo error. Y hasta que hombres y mujeres no asocien su realización personal a una gestión verdaderamente conjunta de la vida familiar, las crisis familiares seguirán aumentando. Ahí radica también una de las causas de la crisis que padece la educación.

Llevamos todavía pocas décadas ensayando nuevas articulaciones de la pareja desde una perspectiva igualitaria y deberíamos aprender de los errores de nuestros mayores. La pareja vive el estrés de su negociación y reinvención continua.


El reto es importante porque moverse en un marco de relaciones más anómico e indiferenciado no reduce los conflictos - como alguno quisiera pensar- sino que libera antiguas y nuevas tensiones, sin barrer las inercias de siempre, solapadas a los nuevos conflictos. Por esa razón la tan denostada serie de Tele 5 “Escenas de matrimonio” tiene tanto éxito.


Por cierto, tendría mucho interés averiguar que relación puede tener el proceso de enajenación descrito con las manifestaciones de violencia masculina en el seno de la pareja. Un hombre desconectado de su vida emocional y exiliado en su propio hogar es un peligro para sí mismo y para los que le rodean. Ese hombre sin competencias emocionales suficientes –y por fuerza dependiente y “pegajoso”-, puede convertirse en agresivo si se siente rechazado, más allá del credo igualitario que sinceramente profese. Cualquiera que estudie este asunto sabe cuan parciales y escasos son los análisis que se hacen al respecto, pero el lobby feminista más influyente no admite heterodoxias.

martes, enero 15, 2008

Masculinidades y política







La masculinidad y sus modelos siguen inmersos en un magma a veces confuso, a veces descaradamente comercial. Aunque los observadores detectan novedades, como la aparición de musculados guerreros-deportivos, el afianzamiento del hombre paternal, el ecosexual o el nuevo estilo firme y algo cesarista de algunos políticos, el abanico de tipos de hombre es enorme. Tras el aturdimiento causado por los nuevos papeles femeninos, los hombres tienen un buen número de modelos en los que fijarse. Cabe todo, porque más que nunca la sociedad es diversa y global.

“Las mil caras de Adán”, María del Mar Rodríguez en La Vanguardia, 21/10/2007



En momentos en los que parecía que los mandatarios y representantes públicos habían eliminado totalmente los gestos y representaciones de la masculinidad tradicional, siento cierta estupefacción al contemplar su resurrección de la mano de políticos como Sarkozy o autócratas como Putin.

El asunto tiene un profundo calado, porque en los dos casos citados no estamos hablando de personas incapaces de actuar de otro modo, como le ocurre al líder sudafricano Jacob Zuma, al ímprobo Chaves o salvando las distancias al cada vez más discreto Zaplana. Tanto en el caso de Sarkozy como en el de Putin, nos encontramos ante puestas en escena conscientes y cargadas de significado, porque ni uno otro parecen dejar nada al azar. Aunque, a juzgar por los últimos episodios sarkozianos, quizás les sobrevaloremos. Puede que retroceder en el tiempo y repasar las relaciones entre masculinidades y política arroje algo de luz sobre el tema.

Sugiero volver la mirada hacia el Renacimiento, época en la que se produjo la eclosión de las formas cortesanas, magníficamente compendiadas por Baltasar Castiglioni en Il Cortegiano, un sutil y detallado manual de conducta, publicado en 1528.

Emerge, desde entonces, un modelo de masculinidad elegante y contenida que hace de la moderación, el background cultural, la exquisitez en las formas y el “bien hablar”, el ideal del hombre público. Los cortesanos beben en la tradición de caballeros medievales y transforman su sublimado culto erótico a la mujer en porte, galantería, conversación ingeniosa y buenas maneras. Aún hoy es fácil reconocer en muchos políticos la continuidad de este modelo. Se trata de hombres de apariencia reflexiva, gestos siempre educados y trato amable y discreto. En ellos son infrecuentes los excesos retóricos y cuando toman o asumen una determinación incómoda, lo hacen con la mayor economía de palabras posible, manteniendo siempre un tono de neutra y exquisita equidistancia. Ni siquiera cuando la adversidad o la mala fortuna les golpea cruelmente pierden la compostura o se permiten mostrarse especialmente afectados.

De algún modo, ese ha sido el patrón de conducta dominante entre la mayoría de los políticos europeos, reconocible en personajes como Valéry Giscard d'Estaing, Dominique Villepin, Josep Piqué, Javier Solana, Romano Prodi, Javier Marín, etc. En el “cortesano” la masculinidad constituye un ethos, una atmósfera que obvia las manifestaciones explícitas de virilidad y rehuye cuanto pueda asociarse a imposición o dominación. La virilidad se transfigura en una sensualidad sutil, sólo veladamente seductora, compatible incluso con el autodistanciamiento irónico.

Pero, no olvidemos que el cortesano es un aristócrata que se ha sometido al rey, que ha renunciado a su imaginario guerrero y que ha domesticado su impetuosidad para escalar posiciones sólo mediante los resortes de la elitista vida cortesana.

El cortesano nunca podrá confundirse con el rey al que sirve y se subordina, o con el héroe guerrero, cuya épica le es ajena y le sobrepasa, o menos aún con el líder reformador o revolucionario que son sus enemigo. Al cortesano le falta ese torrente de energía justa y serena que se le presupone al rey, el valor abnegado del héroe guerrero y la creatividad y visión del futuro del reformador o del revolucionario. Las cualidades que el cortesano desarrolla son otras: sociabilidad, encanto, elocuencia, capacidad de persuasión, ingenio...

El buen cortesano puede ser un negociador incansable y un diplomático hábil, un auténtico “mago” de la palabra y de las relaciones humanas. Y si su compromiso ético es consistente, no se debe excluir la posibilidad de que el “cortesano” trascienda de su rol subordinado protagonizando gestos de rebeldía ejemplar (Tomas Moro, Justin Quayle (Ralph Fiennes) en El jardinero fiel, etc.). Pero también existe el riesgo de que el cortesano se degrade reduciendo sus horizontes a una autopromoción permanente, conseguida mediante el cálculo, la intriga, los pactos secretos y las maniobras pragmáticas, en definitiva, una forma de actuar como la preconizada por los sofistas, cínicos y epicúreos de Antigüedad, “que lo antepone todo a las ambiciones personales y a las ansias de poder, ...que mira a corto plazo y que busca casi exclusivamente agradar a su auditorio, ...a la que no mueve el bien común y la defensa de los derechos colectivos sino el propio bien particular; y que, en definitiva, separa política y ética.” (El liderazgo político en la antigüedad clásica, Mireya Tintoré Espuny)

En cualquier caso, la figura del cortesano se trata de una las aportaciones más logradas al catálogo universal de las identidades masculinas y una prueba de que antes de la eclosión feminista fue posible escapar a las restricciones de la “lógica patriarcal”, alumbrando una masculinidad no virilista .

Fue precisamente, la existencia previa de ese perfil lo que explica más tarde la aparición de
los preciosistas (siglos XVII y XVIII) o, a más largo plazo, la eclosión de formas de liderazgo político calificadas de andróginas (las que aúnan una alta orientación hacia la tarea -componente masculino- con una preocupación alta por las relaciones interpersonales -componente
femenino-) , y que incluyen rasgos tradicionalmente asociados a la feminidad: un estilo democrático, dialogante, consensuador y mediador; una actitud receptiva y facilitadora de la participación; la potenciación de las relaciones humanas; estructurar la organización como una red y no como una pirámide; orientación más multidireccional y multidimensional, favorecedora de valores y acciones colectivas; desarrollo de políticas de cooperación y participación; disponibilidad para el cambio; preocupación por los abusos de poder y por la utilización de la coacción como último recurso...(ver: Liderazgo político y género... Belén Blázquez Vilaplana)

Sin embargo, poco después de la aparición de El cortesano se publicó El Príncipe (1532), obra en la que Maquiavelo reivindicaba la importancia de la energía viril en la acción política. La pasividad y la resignada dependencia de la Fortuna, aparecen en su obra como negativas inercias femeninas, a las que opone el despliegue viril de la virtú –una combinación de ímpetu, inteligencia y astucia- capaz de imponerse a la Fortuna y sus vaivenes, en un gesto autónomo de afirmación, desvinculado por primera vez de cualquier instancia limitante que no sea la de la eficacia política.

Este antagonismo entre lo masculino y lo femenino recorre toda la obra de Maquiavelo y conlleva un nuevo modelo de masculinidad en el que priman la acción, la autonomía, la fuerza orientada por la astucia y la sabiduría, la hegemonía de la mente madura, la búsqueda incesante del triunfo, y en definitiva el arquetipo de Ulises, simultáneamente león y zorro. Por contraposición lo femenino queda asociado a la Naturaleza, la Dependencia,la Pasividad, la Debilidad, la Infancia, la Simpleza, el Instinto, el Cuerpo, la Animalidad, lo Inferior, la Derrota, la Vida incivil, y en definitivo el arquetipo de Circe. Como comenta Ramón Maíz,
“mientras a la naturaleza corresponde la Fortuna, es decir, la dependencia,la pasividad, puede comprobarse cómo ello se prolonga en lo femenino, la debilidad, la infancia; también la simplicidad, lo instintivo y corporal, la animalidad, lo inferior, la tendencia a la derrota, la vida no civil, la figura mítica de Circe, en fin, que fracasa en convertir a Ulises en animal.

Frente a ella se alza la Virtus, que es artificio, es decir, creativa autonomía, acción y, por tanto, masculinidad, ínsita en su propia etimología, vir, virtus; a ella pertenece la fuerza, la potencia efectiva, el poder; suya es también la madurez, la astucia, la sabiduría, la humanidad, en definitiva, superadora de la animalidad corpórea, la superioridad de la vida civil ejemplificada en el mítico Ulises, que por medio de la astucia y la fuerza (león y zorro a la vez) triunfa sobre Circe y la posee.”
(
NICOLÁS MAQUIAVELO: LA POLÍTICA EN LAS CIUDADES DEL SILENCIO, por RAMÓN MAÍZ)

Y señala Mª Blanca Deusdad : “El tener virtud será una característica personal
altamente destacada. ¿Qué entiende por virtud Maquiavelo? Una combinación
de inteligencia, fuerza, valor, astucia. Virtuoso es el comportamiento guerrero;
a través de las batallas y de la valentía expresada en ellas se adquiere virtud.
Su metáfora de que hay que tener “el corazón armado” expresa el
sentimiento de posesión y de afecto hacia la tierra, el vigor y el ímpetu con que
hay que defender las ciudades. Si los hombres tienen poca “virtud” significa
que tienen poca decisión, poca inteligencia, poco ímpetu, poco valor.

Pusilánime sería, pues, el contrario de la virtud maquiaveliana. Sin embargo,
este coraje no debe privarlos a los príncipes de la prudencia ante la acción política.
Por último, la virtud de un Príncipe acaba cuando muere y rara vez continúa en su
sucesor. Las mujeres están carentes de virtud, forman parte del universo de la
fortuna, con su inconstancia y volubilidad están alejadas de la virtud y del valor
de los hombres.

Otro atributo del príncipe debe ser la astucia, su capacidad de prever los entresijos
de la política, dejar a un lado la nobleza de espíritu si es necesario; procurarse alguna oposición para que al vencerla sobresalga más su persona y su fama. No debe tan
solo cultivar su actitud guerrera sino también su actitud civil. Por otro lado, en su
concepto de “fortuna” y “astucia afortunada” invoca la importancia de la utilización
en su favor de las oportunidades que brinda el contexto, no estar a merced de la
fortuna sino aprovecharla en cada ocasión.

Ante todo tiene que tener presente complacer al pueblo para poder estar
legitimado por éste. Tiene, a su vez, que ser respetado; por lo tanto, deberá infundir
respeto a través del control de las armas, pero sobre todo deberá ser amado por su
pueblo. La legitimación se produce con las muestras de afecto, respeto y aceptación
de la población hacia el príncipe. Sin el apoyo de la población no puede mantener su
liderazgo, pues otro de los elementos que lo sustentan es poseer su propio ejército
reclutado entre la población. Además, la manera de hacer cumplir los mandatos es
mitad por la fuerza y la coacción, mitad por esta aceptación del liderazgo del príncipe
que en ningún caso deberá tener la enemistad del pueblo.”

El carisma político en la obra de Nicolás Maquiavelo, Mª Blanca Deusdad Ayala
http://www.tdx.cesca.es/TESIS_UB/AVAILABLE/TDX-0913105-131822//TESIS_BDEUSDAD.pdf


El modelo masculinidad que propone Maquiavelo tiene el acierto de recuperar el valor del ímpetu y de la fuerza transformadora, de la acción que se impone las inercias de lo ya dado y lo trasciende, del valor y del poder reformador frente a las estrategias acomadaticias y cobardes. Sin embargo, la energía del hombre invocado por Maquiavelo no tiene más norte que el de su eficacia personalmente autoevaluada y, por tanto, tiene un grave riesgo de derivar en dominación y tiranía; su valor de convertirse en osadía arrogante, en pavoneo exhibicionista o en violencia injustificada; su astucia en manipulación, mentira y perversión; y su altiva voluntad de control en dolorosa cura de humildad o en estrepitoso fracaso. Por otra parte, el desencanto sobre la condición humana o la visión subordinada de la mujer de los que parte Maquiavelo merman las posibilidades de articular una ética y fundar un verdadero amor que module su proyecto de masculinidad virilista y evite esos riesgos, corrigiendo entre otras cosas su proclividad a unas relaciones de género abusivas. Todo ello convierte este proyecto en insatisfactorio e inviable a largo plazo.

Pero es innegable que Maquiavelo supo concebir por primera vez al político como héroe moderno, que sin deudas con nada ni con nadie, hace uso pleno de su autonomía y se impone al destino con su actividad incesante y resuelta. Se trata de un héroe inequívocamente masculino, porque para Maquiavelo esa acción enérgica sólo puede brotar de la lucidez y determinación de una mente viril.

Para Maquiavelo, los sentimientos sólo tienen un interés estratégico: rigen la vida del vulgo y el político debe saber cómo manipularlos, si quiere conseguir sus fines. Con él, el vínculo entre mente y masculinidad –propio de la tradición filosófica occidental- asciende un escalón más, contribuyendo decisivamente a la emergencia de la identidades masculinas de la modernidad, caracterizadas por considerar el cuerpo y las emociones algo inferior –que esclaviza a las mujeres- y conceder sólo importancia al dominio de su razón autónoma. Este sobredimensionamento de la condición racional masculina –señala Victor Seidler- tuvo graves consecuencias para el hombre moderno, porque le ha impedido integrar constructivamente su dimensión corporal y emocional, provocándole tensiones internas que se siguen traduciendo en violencia hacia los demás o hacia si mismo.

Pero hay más, el héroe de Maquiavelo no parece constreñido por su origen ni por ninguna deuda con el pasado. Se trata de un planteamiento que reformulará Hobbes en su Leviatán (1651) para quien los hombres habrían surgido en un asexuado estado de naturaleza sin depender de nadie, como hongos -como ha recordado Celia Amorós-, hasta llegar a su madurez plena. Esta autonomía pasará con el tiempo a convertirse en otro de los principales rasgos distintivos de la masculinidad moderna y el liberalismo lo convertirá en uno de sus emblemas. Como señala Antonio Giménez Merino (
El género en la teoría política y en la teoría jurídica: del ciudadano a la persona): “en la mitología liberal, el hombre nace completamente autónomo, desligado de cualquier deber hacia los demás, lo que le permite ser dueño de sí mismo y, por tanto, ciudadano de pleno derecho: La única cualidad exigida para [ser ciudadano], aparte de la cualidad natural (no ser niño ni mujer), es ésta: que uno sea su propio señor (sui iuris) y, por tanto, que tenga alguna propiedad que le mantenga (Kant)”


Con Napoleón, aplicado lector y comentarista de Maquiavelo, al que muy reveladoramente se le ha calificado de “
héroe bastardo”, este tipo masculinidad no sólo encontró un representante desmesurado, sino también un impulsor que la convirtió en la pauta normalizada de conducta a través de su obra política y legislativa (Código Civil, planes de estudios, servicio militar obligatorio, etc). A lo largo del siglo XIX, este ideal restrictivo de hombre acabará por consolidarse –como explica George Mosse- con la aportación de otros rasgos como la fortaleza y destreza físicaInglaterra acentuó la importancia del deporte en sus sitema educativo-, la apariencia digna y autocontrolada, la impasibilidad ante el dolor, el sentido personal del honor (práctica del duelo)... y los fascismos los adoptarán como una señal de identidad irrenunciable.

A pesar de su toxicidad e inviabilidad, este modelo virilista sigue teniendo un especial poder de fascinación y se resiste a desaparecer del imaginario masculino –y femenino-. Por eso resurge una y otra vez, enmascarado bajo los más variadas formas y ropajes. Algunos incluso creerán que responde a conductas inscritas en el sustrato biológico de la especie humana y considerarán opresores los intentos de reformular de otro modo las relaciones de género. Y quizás por eso, los hombres y las mujeres que propugnan unas relaciones de género equitativas y satisfactorias permanecen vigilantes ante sus nuevas encarnaciones en hombres o mujeres (feminismo “patriarcal”).