miércoles, febrero 28, 2007

Sobre los hombres... (1993)



Con esta canción Eva Santamaría quedó en 11ª posición en el Festival de Eurovisión de 1993. Impagable.

Todos los hombres son tan egoístas
Que han confundido macho con machista
Todos los hombres son tan presumidos
Que han olvidado ser agradecidos

Ellos son así, por naturaleza
Viven dominados por su vanidad
Corren impulsados por sus ansias de ganar
Y nada más
Ponen el cerebro, nunca el corazón
Vuelan como cuervos, a tu alrededor
Y al sexo llaman amor

Ellos son así, desde la prehistoria
Siguen los caprichos, de su voluntad
Cuando tienen todo, siempre quieren mucho más
Es lo normal
Digan lo que digan, tienen la razón
Hagan lo que hagan, te lo digo yo
No saben pedir perdón

Todos los hombres son desordenados
Y siguen siendo niños malcriados
Todos los hombres son tan especiales
Que han conseguido ser todos iguales

Pero si no están, nos sentimos solas
Dicen palabritas con sabor a miel
Cosas tan bonitas, que nos hacen suspirar
Y enloquecer
Hombres y mujeres, en la intimidad
Son como dos faros, en la oscuridad
Como dos misterios parar desvelar
Son complementarios como guerra y paz
Como sol y luna, como tierra y mar
Son irresistibles, son como un imán
Que al mundo hace girar

Digan lo que digan, tienen la razón
Hagan lo que hagan, te lo digo yo
No saben pedir perdón

Hombres y mujeres, en la intimidad
Son como dos faros, en la oscuridad
Como dos misterios parar desvelar
Son complementarios como guerra y paz
Como sol y luna, como tierra y mar
Son irresistibles, son como un imán
Que al mundo hace girar

"El anuncio se dirige al chico de hoy con los valores de siempre"



Aunque soy bastante reacio a entrar en el juego de los publicistas que se dedican a la trasgresión artificiosa para escandalizar y obtener un plus gratuito de propaganda, lo cierto es que estos ejercicios de oportunismo al menos nos permiten evaluar las sensibilidades vigentes y estudiar las reacciones. El último anuncio de Dolce & Gabanna es este sentido ha sido muy revelador. Reproduzco el sutil análisis que realiza Andrés Montero para La Vanguardia (23-2-2007)

Para el presidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia, Andrés Montero, la imagen muestra claramente una situación de dominio. "No hay una agresión explícita pero sí una posición de dominio, y normalizado, aceptado por el grupo que arropa la acción: esos son los códigos que se transmiten y los que recibe el observador", dice. El psicólogo no cree que sea una casualidad que el grupo y el dominador sean hombres y la dominada, mujer. "Por mucho que estos modistos digan que en España estamos atrasados, la modernidad la habrían podido poner de manifiesto invirtiendo los papeles. En realidad es un anuncio bastante antiguo que reproduce códigos culturales que van en contra de la igualdad, según los cuales una determinada posición de fuerza por parte del macho excitará a la hembra. Es un código erótico totalmente masculino que cosifica a la mujer, pues presupone que ella no tiene código erótico más allá de éste.

La leve actitud desafiante de ella no es más que la aceptación de que ganará él, pero es una resistencia necesaria para que el dominador sea consciente de su poder. Lo que cuenta aquí no es el sexo sino la instrumentalización del erotismo para conseguir poder".

La presencia del resto del grupo es el aplauso a la exhibición de ésa fuerza, analiza Montero, pues el macho de la cuadrilla no es sólo el que tiene la fuerza sino el que la puede mostrar. La imagen externa, apunta, es irrelevante: "El anuncio se dirige al chico de hoy con los valores de siempre, sus códigos son medievales: de hecho, podrían vestir armadura, en lugar de D&G, y llevarse a la chica a la hoguera".»


Me gustaría que alguien denunciara también lo ofensiva que resulta esta imagen para la dignidad del hombre.

Sobre La trasgresión en el discurso publicitario puede consultarse:

http://www.upf.edu/periodis/Congres_ahc/Documents/Sesio4/Prieto.htm

Primera sentencia de custodia compartida sin acuerdo de los padres

Si realmente queremos construir una sociedad con relaciones equilibradas, la custodia compartida debería ser la fórmula de partida cuando una pareja con hijos se separa -ya ocurre en otros países de nuestro entorno-, pero sigue siendo algo excepcional y prácticamente imposible si la mujer se niega. Esperemos que esta sentencia contribuya a cambiar las cosas:

Primera sentencia de custodia compartida sin acuerdo de los padres.Dos menores pasarán media semana con cada progenitor por la custodia compartida

La Audiencia de Barcelona ha dictado la primera sentencia de custodia compartida sin acuerdo de los padres, según una modificación introducida en el Código Civil en julio de 2005 que establece que se podrá acordar la custodia compartida de los menores a petición únicamente de uno de los progenitores si se considera que así se protege el «interés del menor».

EUROPA PRESS/BARCELONA

La sentencia tiene en cuenta la voluntad de entendimiento entre los progenitores, y que el hijo mayor de ambos dejó claro su deseo de compartir su tiempo con los dos por igual, para llegar a la conclusión de que se trata del contexto adecuado para aplicar el artículo modificado del Código Civil.

Días alternos

La opinión del hijo mayor de la pareja también se tiene en cuenta a la hora de establecer el reparto del tiempo que pasarán los niños con cada uno de los padres, que no se dividirá por semanas alternas, sino por días, de modo que los menores pasarán lunes y martes con su madre, miércoles y jueves con su padre y los fines de semana serán alternos, mientras que las vacaciones se repartirán a partes iguales, para «asegurar una regularidad en la vida de los niños», que así «se crearán referencias fijas».

La Audiencia estima así el recurso de apelación interpuesto por el padre, Jordi S.T., contra la sentencia de separación, que concedía la custodia a la madre y permitía que el padre se quedara con sus hijos todos los miércoles y uno de cada dos fines de semana.


Fuente: http://www.larioja.com/prensa/20070228/sociedad/menores-pasaran-media-semana_20070228.html

martes, febrero 27, 2007

Los adolescentes y la construcción de la identidad masculina (I). Búsqueda de referentes.


Pese a que las iniciativas destinadas a superar los estereotipos de género en la escuela son cada vez más importantes, lo cierto es que los muchachos adolescentes cuentan hoy por hoy con pocas referencias estimulantes para construir su identidad masculina satisfactoriamente. Las chicas, al menos, pueden apoyarse en los ejemplos de miles de mujeres que exhiben con orgullo sus nuevas posiciones de poder e influencia, sin renunciar por ello a muchos de los atributos femeninos tradicionales (belleza, capacidad de seducción, emotividad, etc.), mostrados ahora como signo de la afirmación complacida de su identidad y no como concesión al orden simbólico masculino.

Los chicos, sin embargo, se topan día tras día con las cenizas de un machismo desprestigiado y con una condición masculina zozobrante, que no consigue ofrecer modelos creíbles y socialmente viables. Frente a ese páramo, el discurso feminista –hoy por hoy el único considerado legítimo- sigue insistiendo en las inercias perversas de la masculinidad hegemónica, envolviendo en un halo de desconfianza y sospecha todo cuanto tiene que ver con los hombres y que aumentando quizás sin pretenderlo la sensación de desaliento. Las formas de violencia masculina se deconstruyen con certera eficacia, se aplican leyes severísimas y los excesos se denuncian desde observatorios específicos. En ese contexto, parece difícil concebir y publicitar nuevos referentes masculinos que puedan calar eficazmente en el imaginario adolescente. En lugar de ello, las series de ficción, por ejemplo, prefieren optar por explotar el estereotipo del “hombre patético y ridículo” (hombres que no están a la altura de su masculinidad impostada: Homer Simpson, Cuesta, Hombres de Paco, Serrano, etc.), opción políticamente correcta, pero que en realidad no supera el horizonte de la masculinidad tradicional, eso sí desmitificada.


Podría pensarse quizás que la solución en realidad no debería pasar por ofrecer nuevos modelos de masculinidad, sino por relativizar el peso de los estereotipos tradicionales o en promover identidades más andróginas y unisex, posibilidad que la moda y los publicistas exploran con denuedo. Incluso podría irse más lejos aún y cuestionar las identidades de género, presentándolas como un proyecto flexible, siempre abierto a la creatividad personal, como postula el movimiento queer. Sin embargo, en este como en otros ámbitos, no contar con referentes en el momento en que es apremiante el imperativo de construir y perfilar la propia identidad no contribuye necesariamente a trascender el género y flexibilizar los patrones de conducta, sino a veces a todo lo contrario, a reafirmar los modelos disponibles más nítidos –seguramente los más reaccionarios-, y prescindir de que sean cuestionados, silenciados o negados.




Basta con darse un paseo por cualquier aula de instituto de secundaria, para comprobar la explosión de polaridad sexual que se produce en la adolescencia. Chicos y chicas comparten espacios, pero viven en universos distintos, ni siquiera paralelos. El desfase vivencial que introducen los cambios hormonales entre unos y otras es patente y se manifiesta sobretodo en el lenguaje, en las competencias emocionales, en el tipo de relaciones personales, o en su relación con la sexualidad. A cualquiera le resulta fácil percibir que los chicos viven el descubrimiento de su sexualidad de forma especialmente convulsa y premiosa. Pues bien, es ese el momento en que los muchachos sienten la urgencia de enterrar definitivamente los últimos restos de indiferenciación infantil y construir su masculinidad de modo manifiesto. Hasta entonces, el niño había asociado su masculinidad a los genitales y a la eclosión de una serie actitudes y conductas distintivas (preferencia por los espacios exteriores y por los juegos competititvos y más agresivos, la inserción en grupos amplios y heterogéneos, un estilo comunicativo caracterizado por el cambio frecuente de interlocutor, etc.) que eran socialmente reforzadas o inducidas por los adultos mediante premios y castigos, o que imitaba de los modelos de género próximos (reales –papá, hermanos, maestros, amigos, etc.- o virtuales –dibujos animados, series, publicidad, ... medios de comunicación-). Pero, las fronteras eran todavía permeables.

En cambio, en cuanto el impulso sexual empieza a manifestarse con las primeras poluciones y después con las prácticas masturbatorias, los muchachos experimentan la inaplazable necesidad de dar significación a sus deseos y a sus exploraciones cargadas de emotividad intensa, integrándolas en una identidad masculina definida que los acoja y valide. Y llegado ese instante, el desamparo del muchacho adolescente actual es especialmente dramático, porque a pesar de la abundante instrucción sexual, la eterna conspiración del silencio adulto es aún incluso más desoladora que antaño, a causa del estado de perplejidad que asola a los hombres y de la falta de referentes masculinos estimulantes y legitimados. Sólo los deportistas parecen ofrecer un modelo de masculinidad aceptada y cercana, aunque su mercantilización les reste encanto y credibilidad.






Pero, si prescindimos de la épica deportiva, lo cierto es que la demolición sin repuesto de los anteriores ideales de masculinidad, que -no lo olvidemos- no sólo comportaban privilegios sino también obligaciones, ofrece hoy por hoy pocas posibilidades a nuestros adolescentes. Al final, ese muchacho que actualmente se inicia en la sexualidad con la ayuda de la pornografía, reino por excelencia de las masculinidades enfermizas reprimidas, sólo encuentra ese referente explícito para construir su sexualidad e identidad. Estoy convencido de que la ausencia de modelos de masculinidad, ha convertido a la pornografía contra todo pronóstico en la gran suministradora de pautas de conducta masculinas y en la gran perpetuadora de las actitudes vejatorias hacia la mujer. El siguiente paso es integrar esas pautas de conducta en identidades tomadas en préstamo del pasado (retromachismos) y encubrirlas o remozarlas en función del medio en que viva el muchacho.



miércoles, febrero 21, 2007

VIOLENCIA CONYUGAL Y LEGISLACIÓN ANTIODIO SEXISTA

En "Les papas", encuentro una antigua noticia:

Nueva definición de las violencias maritales (Bélgica, febrero, 2006).

El Gobierno belga finalmente admitió que no existía una definición convincente de la violencia marital, razón que se aprovechó para formular una. Con la ayuda del Instituto para la Igualdad entre las mujeres y los hombres, se ha propuesto una definición amplia del concepto de violencia marital:

"Las violencias en las relaciones íntimas son un conjunto de comportamientos, actos, actitudes de uno de los miembros o ex-miembros de la pareja encaminados a controlar y dominar al otro.

Incluyen las agresiones, las amenazas o las intimidaciones verbales, físicas, sexuales, económicas, repetidas o destinadas a repetirse, atentando contra la integridad del otro o contra su integración socioprofesional ".

Los Ministros federales, comunitarios y regionales belgas reunidos en la Conferencia interministerial "Integración en la sociedad" adoptó "esta definición clara y uniforme de las violencias maritales", indicó en un comunicado el gabinete del Ministro federal de la Igualdad de oportunidades, Christian Dupont, que preside la Conferencia.

El amplio título de esta definición traduce la preocupación de englobar todas las formas de violencias maritales. La nueva definición menciona también las repercusiones que tales actos pueden tener sobre el ambiente.

Esperemos que esta nueva definición tenga en cuenta todas las violencias maritales (durante o después una relación), procedan de quien procedan: un hombre, una mujer, un heterosexual o un homosexual.

Las campañas de estos últimos años en Bélgica, en Francia... habían derivado desgraciadamente hacia la estigmatización y la discriminación. Pensamos que es urgente dotarse en todos los países democráticos de una legislación "antiodio sexista", tal como ocurre en lo concerniente al odio racial. Así pues, no se tolerarán numerosas campañas "de información" sobre la violencia marital que en realidad incentivan al odio de los sexos. Sus propagandistas correrán el riesgo de ser perseguidos ante tribunales por incentivar al odio. Algo que, quizás apacigüe los excesos de las ultrafeministas o de los ultramasculinistas.¡Vigilancia pues!


Fuente: http://www.lespapas.com/breves/ac01%20d%E9finition%20violence%20conjugale%20belgique.htm

martes, febrero 20, 2007

NUEVOS PAPÁS

¿Saben que hay legiones de hombres que militan en la paternidad responsable con pleno convencimiento?. Yo, que trabajo en la enseñanza, diría que ese es el perfil masculino dominante en mi medio. Hombres, que después de ejercitarse maternopaternalmente con sus alumnos y alumnas durante todo el día, anhelan regresar al hogar para ejercer como papás a pleno rendimiento y ocuparse de las tareas domésticas como el que más. Quizás el medio escolar, fuertemente feminizado, es especialmente propicio a la superación de los estereotipos de género, aunque desde siempre el arquetipo del “maestr@” ha incluido valores como la ejemplaridad, la honestidad, la sinceridad, el respeto, la empatía o la compasión que trascienden cualquier esquema de género y favorecen extraordinariamente el cultivo de la paternalidad.

De todos modos, los padres comprometidos abundan en todos los entornos. Se los ve llevando y recogiendo a los niños de la escuela; haciendo con ellos la compra; acompañándoles al médico; jugando en el parque; asistiendo con ellos a deportes y actividades mil, etc.

Todavía la desproporción en el reparto de roles es patente, pero ya son muchos los que han descubierto las mieles del feedback paterno-filial o los poderes terapéuticos de cultivar los tiempos y espacios hogareños, algo a lo que generalmente las mujeres no quieren renunciar.

En momentos de crisis de sentido como los actuales, el hogar puede ser un tesoro más codiciado de lo que se dice, y muchos conflictos no derivan tanto de la desimplicación de los hombres, como de disputar “sus dominios” a las mujeres. Muchas protegen con una barrera invisible lo que consideran su patrimonio natural –hijos, relaciones familiares, ritmos domésticos, gestión del hogar, etc- y no permiten el acceso del hombre sino es con su mediación autorizada. Algunos han necesitado separarse para liberarse de la tutela femenina y descubrir plenamente su condición paternal. He oído a alguna feminista comentar maliciosamente que los hombres sólo descubren que son padres cuando se separan y tiene más razón de la que seguramente ella misma imagina. El problema es que llegado ese momento, la mayoría de las mujeres se aferran a su victimizado rol tradicional y fijan al hombre en su posición de proveedor invisible.

Lo cierto es que, frente al prototipo de chulito, promiscuo y desalmado que se nos vende como estándar de masculinidad dominante (un abuso que habría que denunciar constantemente desde un observatorio contra la misandria -
http://es.wikipedia.org/wiki/Misandria-), hay multitudes de padres discretos y amorosos que han optado por compartir el máximo de horas con sus retoños. Hasta tal punto es así, que ya se habla del “síndrome de Atlas” ( http://www.bebesymas.com/2006/04/10-el-sindrome-de-atlas-los-nuevos-padres), caracterizado por el estrés que en muchos hombres produce la sobreexigencia parental unida a su papel de proveedores tradicionales del hogar.



lunes, febrero 19, 2007

TRADICIÓN

Noto que utilizo el término “tradición” con frecuencia. Nadie como el antropólogo y teólogo Lluis Duch para explicar su sentido...

Etimológicamente, el vocablo “tradición”, proviene de
dos términos latinos –tradere y transmittere–, que le
otorgan matices semánticos muy peculiares.

Tradere se refiere, a los artefactos materiales o
inmateriales que se dan, se cambian, se venden o se
prestan. De acuerdo con esta acepción, el vocablo
“tradición” implica un cambio de “propietario” como
consecuencia de una donación, venta, cambio
generacional, testamento, contrato matrimonial, etc.
Transmittere, por el contrario, se halla vinculado
al mismo acto de la transmisión como actividad
consciente de un sujeto humano, que está predispuesto
a recibir algo, que se encuentra implicado en el objeto
recibido y que debe contextualizarlo en función de su
propia “situación en el mundo”. Por consiguiente,
resulta evidente que toda tradición consta de una base
material (conocimiento, costumbre, léxico, ritual,
convencionalismo, etc.) que, en el tiempo y el espacio,
se tras-pasa, se trans-mite, realiza un trayecto
desde un “antes” hasta el “ahora mismo”, y que
permanece más o menos idéntica a sí misma a pesar
de las mutaciones y cambios de contexto impuestos
por la historia (tradere). Sin embargo, debe añadirse que
todo eso no constituye la totalidad de la tradición.
Y lo que aún resulta más problemático: cuando la tradición
queda reducida sólo a eso, entonces nos encontramos
ante un mero “tradicionalismo” que, con frecuencia, es causa
de las patologías más peligrosas e inhumanas.

Para que pueda hablarse de auténtica tradición, debe darse
el mismo acto humano de la transmisión, es decir,
la recreación y la contextualización en
el presente
, de lo materialmente transmitido por la
personalidad del receptor. Esta conjunción, al mismo tiempo
tensa y enriquecedora, del tradere y del
transmittere pone de relieve que jamás puede olvidarse
que la tradición no tiene como objeto prioritario
el pasado, sino el presente; un presente, en el que,
por mediación de la transmisión y la recreación,
el ser humano salva la distancia que existe
y que sin el concurso de la tradición llegaría
a engullirse la existencia humana en el caos
y en la insignificancia– entre el antes y el
ahora.
“Las tradiciones, cuando están vivas,
incorporan continuidades en conflicto”,
porque “una tradición con vida es una discusión
históricamente desarrollada y socialmente
incorporada”.


Cuando nace, el hombre es un ser completamente
desorientado, sin puntos de referencia fiables.

[...] Inmediatamente después de su nacimiento, el animal
ya dispone de mecanismos casi infalibles que, a no ser que
intervengan causas externas de carácter excepcional,
le permitirán sobrevivir, adaptarse a su medio, alcanzar
las metas que corresponden a su código genético,
mantenerse “fiel” a su estatuto físico-natural. En el ser
humano, en cambio, los instintos, que en él como en los
animales son imprescindibles para sobrevivir, nunca
son meramente “naturales”, sino que, siempre aparecen
configurados y coloreados por mediación de una cultura
concreta. [...]

La simple instintividad es completamente inadecuada
para que el mundo se convierta en el mundo del hombre.

“En lugar de los instintos, en el hombre se imponen
las tradiciones del pensar, del sentir y del actuar,
las cuales proceden del pasado y son mantenidas
por la comunidad”.

La comunidad es el lugar natural, donde el ser
humano tiene que ser acogido y reconocido.

[...] Es algo incuestionable, que la tradición es una
realidad de capital importancia para la salud física,
psíquica y espiritual del ser humano. Sin embargo, es
un dato que no puede olvidarse, que el
momento presente se caracteriza por ser una época
fuertemente marcada por una “es-tradicionalización”
generalizada.

[...] La importancia de la tradición debería ser
especialmente evidente, al margen de las modas y los tics de
la hora actual, para cuantos se hallan de una manera u otra,
implicados en los procesos de transmisión. Aún podría
decirse más: el aprendizaje para el cambio, que tendría que
constituir uno de los objetivos pedagógicos actuales más urgentes,
exceptuando aquellas situaciones en las que uno se deja seducir
por el espejismo del cambio sin objeto, sólo alcanzará un grado
suficiente de efectividad, a partir de una cierta estabilidad cultural,
social y emocional, porque únicamente así, se está en disposición
de ir descubriendo, el sentido de la propia existencia.

[...] Por eso creemos que resulta tan importante una
adecuada formación para el cambio, ya que la categoría
“cambio” es una de las que mejor describen lo que ha sido
–y aún es– la modernidad occidental. Esta educación para el
cambio, sólo será viable desde los “puntos fijos” que
proporcionan las diferentes tradiciones, es decir, desde
aquellos criterios que en todo momento
permiten orientarse en medio de las mutaciones más
frenéticas, sin dejarse engullir por el frenesí sin control,
del cambio por el cambio.

L l u i s D u c h , La educación y la crisis de la modernidad,
Barcelona, Paidós educador, 1972.

Fuente: http://www.amia.org.ar/documentos/reflexiones%204.pdf.

Despotismo blando

Uno de pensadores de referencia inexcusables para entender el mundo que nos rodea es el filósofo canadiense Charles Taylor, que recuperó la expresión “despotismo blando”, ya utilizada por Tocqueville, al definir la opacidad benevolente a la que obstinadamente tienden los políticos democráticos para eludir conflictos incómodos. Consiste en una forma suave y solapada de opresión sobre los ciudadanos que se lleva a cabo sin que éstos tengan conciencia clara de ello. El camino seguido casi siempre es el mismo: alejar al ciudadano de la discusión de las cuestiones decisivas y “cocerlas” sigilosamente en instancias inaccesibles mediante fontanería cruzada y acuerdos poco confesables. Después, las medidas definitivas se venden a la ciudadanía convenientemente aderezadas, presentándolas como logros “de” y “para” toda la comunidad.

Hasta los políticos más honestos practican esta estrategia, porque entienden que un exceso de sobreexposición a la opinión pública les deja en manos de la demagogia oportunista de un enemigo, por definición, siempre dispuesto a practicar el alarmismo, exacerbando los perjuicios de cualquier medida. Para evitarlo, se opta por desarrollar una política de hechos consumados que no lo parezca y lograr poca masa crítica adversa, sólo la necesaria para desempeñar sin peligro el rol legitimante de la discrepancia.


El gran problema de esta forma sibilina de hacer política es su toxicidad corruptora, porque niega el conflicto antes de que surja y lo hace apoyándose en la complicidad pasiva de los gobernados, que si quieren discrepar han de unir al esfuerzo de disentir los sobreesfuerzos de cuestionar los procedimientos y de negar el clima de optimismo buenrollista impuesto. La energía exigida para ello es tal que los ciudadanos se desilusionan y abdican de su condición, dejando que los cargos públicos se conviertan en los actores y gestores únicos de la responsabilidad política.

¿La solución?. Hacer acopio de energía –plataformas, entidades, la red, etc- y, desde la legalidad, denunciar sistemáticamente los blindajes y enmascaramientos del poder, aún a riesgo de perder tiempo o “simpatías”. Merece la pena.

viernes, febrero 16, 2007

Constantes de la educación de siempre

He encontrado en la web de Megatendencias una colección de interesantes textos sobre educación escritos por el pedagogo argentino Jorge Eduardo Noro. En su artículo EDUCACIÓN Y ESCUELA, A PESAR DE TODO, intenta rescatar de la educación de siempre una serie de constantes que, a juicio de autores como Edgar Morin, Martín Hopenhayn J.M. Mardones o Lluís Duch, siguen constituyendo propuestas válidas para diseñar la educación del futuro:

1. La educación debe proporcionar las elementales certezas con las que cada hombre debe vivir la vida humana, a la vez que procurar la apertura para poder ser ciudadanos de un mundo planetario y multicultural. (Mardones) Debe educarse en las estrategias para afrontar los riesgos, lo inesperado, lo incierto: aprender a navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certeza (Morin)

2. La educación debe convertirse en la sistemática transmisora de la tradición, en el contexto de una sociedad en movimiento vertiginoso (Mardones) La tradición representa el recurso de la memoria del ser humano, de su comunidad y de la humanidad (arqueología del sujeto y de su condición humana) ( Duch)

3. Una auténtica oferta pedagógica educa en el saber vivir, que no es el “vivir bien” sino el “bien vivir”, vivir una vida específicamente humana, para lo cual se exige la educación como “saber de vida” y “saber que transmite vida”. El “saber vivir” incluye, entonces, una triple sabiduría: la de saber pensar, saber amar y saber actuar.

4. La educación no se encapsula en instituciones (aunque no renuncia a ellas) sino que todos los momentos de la existencia deben considerarse como un auténtico aprendizaje, que va superando todas las peripecias del peregrinaje y que alcanza una sacramental (signo) reconciliación consigo mismo, con los otros, con la naturaleza y con Dios. Desde el nacimiento (origen/protología) hasta la muerte (fin/escotología), la vida misma es una antropología del aprendizaje como adiestramiento del ser humano en el “arte de vivir”. (Duch)

5. La educación debe contribuir a despertar las diversas utopías de los escenarios postmodernos: la utopía del consenso, la utopía de la transparencia y la utopía de la representatividad perfecta; utopías abiertas con otro tipo de racionalidad que aun reconociendo la imposibilidad fáctica, abran horizontes de sentido para la acción, tengan la capacidad de imaginar (y ayudar a crear) mundos y sociedades distintas. (Hopenhayn)

6. La educación tiene que ser entusiasmar e integrar las energías y capacidades de los seres humanos habilitados para colaborar en la creación de un modelo humano donde todos quepan socialmente. (Mardones).

7. La educación debe tener como objeto la misma condición humana: reconocer su unidad y su complejidad, y mostrar la indisoluble integración entre la unidad y la diversidad de todo lo que es humano. (Morin)

8 La educación debe reconquistar la relevancia y la significatividad de sus mensajes y de sus transmisiones. (Duch)

9. La educación debe conducir a una “antropoética”: la ética del individuo- especie necesita un control mutuo de la sociedad por parte del individuo y del individuo por parte de la sociedad. (Morín)

10. Los aprendizajes no pueden guiarse solamente por las competencias científico-técnicas con fin utilitarista e inmediatista, en el contexto de monolingüismo de la economía y de la técnica. Los aprendizajes deben acceder al misterio y a las estructuras de transmisión como praxis soteriológicas. Pero, complementariamente, la educación debe reconquistar la relevancia y la significatividad de sus mensajes y de sus transmisiones. (Duch)

11. Recuperar la palabra como centro de aprendizaje. Las transmisiones son las “parteras” del nacimiento como persona: representan el paso de la inexpresividad y la inexperiencia al empalabramiento de uno mismo y de la realidad. (Duch)

12. La educación debe desarrollar la crítica como factor fundamental porque es imprescindible adquirir y practicar el arte de encontrar criterios: frente a una corriente social que ofrece “recetas” para obedecer, se impone una “sociedad de criterios”.

13. Recuperar y recrear la vigencia de las estructuras de acogidas: co-descedencia, co-residencia y co-trascendencia. Son las que permiten que el ser humano integre, creadora y armónicamente en su existencia, lo desconocido, lo aún no expresado, lo inexperimentado, lo temible, lo extraño para el conocimiento. (Duch)

Me parece un magnífico y estimulante resumen, que alienta a seguir en la brecha.


miércoles, febrero 14, 2007

Reapropiarse de la condición masculina

El feminismo del siglo pasado descubrió las claves del discurso masculino y aprendió a desconfiar de sus argumentaciones, pero se le fue la mano porque acabó por demonizar al hombre, exceso por otra parte muy rentable que permite a muchas mujeres –y hombres- instalarse en la posición de víctimas o protectoras de las víctimas y disfrutar de los beneficios secundarios de tal opción. Los medios invertidos en crear un imaginario en consonancia son colosales y están resultando efectivos.

Ahora "toca" enseñar a los hombres a reapropiarse de su condición masculina desde los desvelamientos del feminismo. De hecho, un sector del feminismo más lúcido y "sensible", consciente de la inevitabilidad del ser masculino, prepara incesantemente guiones para redimirlo y convertirlo a un nuevo estado, aunque a costa de negar más que de afirmar su naturaleza. Mal camino. Esa necesaria transformación –abandono de los estereotipos tradicionales, alumbramiento de un nuevo imaginario, etc.- sólo podrá conseguirse si los hombres aprenden a desconfiar sanamente del discurso feminista y parten de la afirmación desacomplejada de su condición masculina. El primer paso quizás sea el de crear un nuevo imaginario y divulgarlo insistentemente a través de los medios de comunicación. Al futuro de nuestra especie le conviene. Podría empezarse por “los nuevos papás”, un hito reciente en la historia de la humanidad.

martes, febrero 13, 2007

Pequeños narcisos




Florecen los narcisos. Les aliento e ilumino. Los cuido con mimo. Ni palabras sin amor, ni gestos sin compasión. Alejo de sus bulbos los ácaros, los intrusos desapacibles y ásperos. Indulgente, ni los podo ni los tallo. Y lucen seguros, confiados.

El género narcisus contiene una cuarenta especies que tienen en común su dependencia permanente de los jardineros; su vocación lucidora y escapista; su impulsividad e irracionalismo; la mentira constante y la irresponsabilidad insuperable. Cuando crecen, hay que actuar con suma prudencia: se vuelven especialmente tóxicos y dañinos.

Autoestima y narcisismo

Dice Felicidad Martínez-Pais Loscertales en http://didacticafilosofia.blogia.com/2006/052302-otro-poquito-de-marina.php :


Acabo de leer un estupendo libro de William Damon, titulado Greater Expectations. El subtítulo es más expresivo: “Cómo superar la cultura de la indulgencia en los hogares y en las escuelas americanas”. Damon es un respetado especialista en psicología educativa y ha dirigido el gigantesco Handbook of Child Psycology de la editorial Wiley.

Describe en su obra el sistema de la indulgencia, del que forman parte muchos conceptos, por ejemplo, el de “autoestima”. La preocupación porque el niño o el adulto “se sienta bien consigo mismo”, ha producido una generación de narcisos o egocéntricos.


El término «autoestima» entró a formar parte del léxico de la cultura pop de Estados Unidos durante los años 60.

Durante esa era de liberación sexual y experimentación con drogas ilícitas, los planes de estudios que echaron raíz en los colegios engendraron una serie
de doctrinas permisivas, dice William Damon, el autor de Mayores expectativas: superar la cultura de la indulgencia en nuestros hogares y colegios.

Mientras una avalancha de libros de última moda sobre auto-ayuda llegaba a las estanterías de las librerías, los editores especializados en educación
producían, de forma masiva, unos planes de estudios que encajaban perfectamente con la creciente fascinación de la sociedad por la automejora.

...(En una investigación llevada a cabo con) 540 estudiantes de la Universidad Estatal de Iowa –todos ellos especializados en psicología– (se) evaluó
su nivel de autoestima y narcisismo. Una autoestima elevada se describió como «tener un buen concepto de uno mismo» y el narcisismo como «querer desesperadamente tener un buen concepto de uno mismo».

Los estudiantes escribieron una breve redacción que se les devolvió con una evaluación, presuntamente hecha por otro de los participantes. Entonces se dijo a cada estudiante que él o ella competiría contra alguien en un examen que mediría su
tiempo de reacción. El ganador de cada ronda podría castigar al perdedor haciéndole escuchar un trompetazo de ruido, cuya duración e intensidad se dejaba a discreción del participante.

A los participantes se les dijo, bien que su compañero había criticado su redacción, bien que la había alabado, o bien que ni siquiera la había leído.

Los investigadores comprobaron que el nivel de autoestima de los estudiantes, fuera éste alto o bajo, no tenía nada que ver con que actuaran de forma agresiva. Este resultado, dice el informe, «contradice la creencia tradicional de que una baja
autoestima causa agresión, y también cualquier sugerencia de que un buen concepto de sí mismo, en general, conduce a la agresión».

Las respuestas agresivas fueron más marcadas en los narcisistas que creían estar atacando a alguien que les había hecho una evaluación negativa.

El informe concluye: «Los peligrosos no son aquellos que se consideran seres superiores, si no aquellos que sienten un fuerte deseo de considerarse
seres superiores.»

Otro estudio reciente consolida el vínculo entre la agresividad y el narcisismo. Bushman, el profesor de la Universidad Estatal de Iowa, evaluó el nivel de
narcisismo de sesenta y cinco prisioneros violentos en tres Estados y comprobó que era significativamente más elevado que el de un grupo de estudiantes universitarios de la misma edad.

Bushman no insinúa que los colegios que dan clases de autoestima estén creando, intencionadamente, a pequeños narcisistas. Advierte, sin embargo, que «si los niños empiezan a desarrollar un concepto de sí mismos que es disparatadamente
optimista y esa creencia es constantemente rechazada por los demás, ese amor hacia sí mismos podría hacer que los chicos se vuelvan potencialmente peligrosos para los que les rodean».

Si el objetivo es reducir la violencia, añade Bushman, los colegios deberían utilizar su

dinero para enseñar autocontrol en vez de emplearlo en estimular el
ego de los estudiantes.

Concentrarse en elevar el estado de ánimo resulta superfluo cuando se considera que, en general, los americanos ya parecen tener un elevado concepto de sí mismos, dice Bushman. Alude a un estudio hecho en los años 70 en el que se pidió a los par-
ticipantes que evaluaran sus aptitudes al volante; un 90% estimó estar por encima de la media.

«En América nos sobreestimamos en mayor medida que, por ejemplo, en Asia donde lo habitual es ser modesto», dice. «Es un patrón cultural. La gente aquí hace hincapié en sus éxitos e ignora sus fracasos.»

lunes, febrero 12, 2007

Léxicos obvios

Amo de casa: yo
Amurallada: persona prisionera de sus inhibiciones invencibles que acostumbra a rigidificar la vida y a descargar su frustración en forma de descalificaciones
Autoestima: murga psicopseudopedagógica que, aunque lo nieguen, contribuye a ahogar la sana conciencia del mal y el sentido del límite en un baboso océano de benevolente autoindulgencia y complicidades cobardes. Amigo, afronta la causa de tu aflicción, asume tus errores sin desánimo y empieza a corregirte. Afírmate en el bien una vez y empezarás a quererte. Haz algo inequívocamente bueno y sentirás la fruición del bien. Repítelo y te querrás aún más. Y si caes, vuelta a empezar.
Biblioteca: lo más parecido a una sociedad exquisitamente paradisiaca
Bobo: en el paraíso
Bueno: es tenaz en alegrar al prójimo y regalar buen humor
Ciudad: la gran metáfora del ego o al revés: se corresponden.
Corregir: hazlo si es posible sin herir, ni herirte.
Ego exacerbado: el que se empeña en actuar consigo mismo como si fuese Dios
El trabajo diario: ordenar y reordenar el mundo
Esclavo: preso de su inercia pulsional, grita las palabras de otros y reproduce su gestos, sin tener siquiera conciencia de ello.
Esperanza:
Feliz: sabe vivir en armonía con ficciones plausibles, cuidar los bienes esenciales y atrapar los momentos mágicos.
Heridas: Cúralas. Corrígete si es menester y olvídate.
Hijos: La gran responsabilidad
Hogar: útero virtual de cálidos y reparadores fluidos amnióticos que se materializa en distintos ámbitos y estados espaciotemporales, donde estáis siempre vosotros, mis amados.
Honesto: asume sus errores y pide perdón
Idiota: se empecina en obrar mal a pesar de perjudicar sus propios intereses.
Ingenuo: no distingue a los manipuladores
Intelectual: alguien que cuando experimenta la frustración o el desengaño escribe un ensayo sobre el tema
Inteligente: transita raudo a través de las ficciones propias y ajenas sin perderse, ni confundirse.
La pregunta: ¿Qué te atormenta?
Lúcido: sabe cuando puede ser engañado o engañarse.
Malo: obra y argumenta desde la impaciencia de su corazón y el olvido de su ser
Manipulador: te halaga, te culpa y te exprime.
Miedo: el mejor test para conocer verdaderamente a las personas
Muerte: vive dignamente y no te preocupes tanto: morirás dignamente.
Muy Malo: malo que se cree buono y no se reconoce maldades
Olvido del yo: estado evasivo en el que cayó María Antonieta, entregada a acciones que no merecían loa, ni aprecio.
Paz interior: el bien más preciado
Palabra: tenía templo en las escuelas y ahora vive exiliada en los papeles y la red.
Perdón: y mil veces ¡perdón!. Estuvo mal, y mil veces perdono los desvaríos que mi falta en ti provocó. No me libres con tu ira de mi culpa. Ni squiera eso sucede: sólo añades más confusión al dolor que yo he provocado.
Put@: de ti sólo le interesa el dinero que pueda sacarte.
Responsabilidad: el sentido. Dejadles que se sientan responsables de sus actos, que se enfrenten a sus errores, que se hagan cargo de tareas exigentes.
Sabio: sabe defender su alegría y equilibrio a pesar de cualquier adversidad, incluidas las ficciones falaces y el hostigamiento de los buenos.
Sereno: sabio
Silencio: Sólo para iniciados. ¡Qué placer!. Niños: vosotros os lo perdéis.
Tirano: quien se empeña en actuar con los demás como si fuese Dios
"Todavía más": No, está bien así.
Tonto: se deja esclavizar por ficciones ajenas
Víctimas: las mías, las nuestras. Os imploro perdón. Siempre me acompañáis.
Violento: sabe cómo hacer daño y ejerce
Vivo: en tus labios y en tu piel.

Besos

Sólo eres tú, continua,
graciosa, quien se entrega,
quien hoy me llama. Toma,
toma el calor, la dicha,
la cerrazón de bocas
selladas. Dulcemente
vivimos. Muere, ríndete.
Sólo los besos reinan:
sol tibio y amarillo,
riente, delicado,
que aquí muere, en las bocas
felices, entre nubes
rompientes, entre azules
dichosos, donde brillan
los besos, las delicias
de la tarde, la cima
de este poniente loco,
quietisimo, que vibra
y muere. -Muere, sorbe
la vida. -Besa. -Beso.
¡Oh mundo así dorado!

Vicente Aleixandre
De Sombra del paraíso.
Editorial Castalia, Colección Clásicos Castalia, núm. 71.

jueves, febrero 08, 2007

INERCIAS DESESTRUCTURANTES

Según Bru de Sala (Culturas, La Vanguardia, 7 de febrero) hay claros indicios de que estamos empezando a superar la brecha posmoderna y de que empezamos a entrar en una nueva modernidad...

Para hablar de "nueva modernidad", debemos empezar por concebir el término con su carácter diacrónico. Sin quitarle ni una de las actuales connotaciones, que lo circunscriben a la época que empieza a detectar Baudelaire y sepultan los posmodernos. La modernidad fue aquello. Es aquella, y todavía nos perfuma, cuando no nos invade. Si bien sabemos que ha quedado atrás, sigue siendo para muchos de los mejores un referente, el referente ambiental del que nunca podrán escapar, si bien a sabiendas de que son epígonos, nostálgicos, que no tienen la menor posibilidad estética o ética de alumbrar nada sobre la época que vivimos como presente con futuro.

Fijaos en que lo que para nosotros es modernidad empieza al final de la edad moderna. La arbitrariedad de las denominaciones, sin la cual no habría inteligibilidad posible, llega a su extremo más vanidoso y usurpatorio con la llamada edad contemporánea. ¿Os imagináis cómo se reirán dentro de dos o doce siglos de que nos hayamos bautizado como contemporáneos? ¿Por cierto, cuando se dé por acabada la edad contemporánea, todo el devenir de la humanidad será ya poscontemporáneo? Eso nos lleva a la otra definición de modernidad, según la cual es moderno todo lo avanzado y nuevo que define un tiempo sin que este tiempo se dé cuenta hasta un poco más tarde. Lo moderno, en cualquier época, opuesto a io retrogrado. Claro que la posmodernidad, la última de las modernidades conocidas, ha sido retrógrada y al mismo tiempo moderna. A pesar de la doble limitación, la semántica y la proveniente de la estupidez humana, creo que nos entendemos.

A fin de explorar algunas posibles características de la nueva modernidad -cuyo nombre está por determinar y es imposible que sea nueva modernidad-, intentaré confrontarlas con algunas de la modernidad clásica.

En primer lugar, la fragmentación del yo, de la unidad individual ('je suis un autre'), que la posmodernidad exacerbó hasta microlímites (desintegrar para reintegrar al sistema). Creo que renace el sujeto,que mejora la comprensión de uno, mismo, y con ella una cierta reconciliación, lo que facilita la comunicación. Tal vez persista un poso de extrañeidad. Tal vez esa sensación de fragmentación, alteridad y desasosiego no sea propiamente una herencia de la modernidad posromántica sino que ha existido en todas las edades. Si el olfato o la intuición no me falla estrepitosamente, estoy convencido que vamos siendo cada vez más capaces de ser cada uno cada cual. A la contra también de la inexistencia o la pseudoexistencia basada en el desconocimiento sostenido por el entretenimiento, la tendencia a palparse y asumirse es clara, de vanguardia.

Algo distinto reza en cuanto a la ruptura de los universales, la imposibilidad de síntesis o de concatenación lógica y sistemática, que es la segunda gran característica, o haz de características, de la modernidad, asimismo retorcidas y tergiversadas por los posmodernos hasta lo acrítico y grotesco, a fin de poner la cultura a los pies del poder establecido y derechizado. No parece que se perfile lamenor posibilidad de una concatenización conceptual de amplio espectro. Pero fuera de ese interesado y deshonesto regocijarse en el caos y la incertidumbre radical —que empiezan a oler a pocilga- hay algo más que el vano intento de reconstruir lo insostenible, el orden lógico del mundo, se están abriendo algo más que islotes de sensatez, fragmentarios pero sólidos. De veras interesantes.

La negatividad hacia el orden establecido, propicia la positivación de las relaciones con uno mismo y con el pensamiento. Sustituyendo a los apóstoles por el reconocimiento de tendencias colectivas, que irán siendo más y más palpables. La indeterminación del sentido no anula el sentido como antes. Y, alegraos, de la mano de la racionalidad y el conocimiento científico, retornan los dioses, el conjuro, los carmina que, al ser cantados, o sea encantados, asientan y definen espacios de certidumbre.


Sin embargo, me parece que las inercias contrarias a sus análisis siguen siendo muy poderosas. Por limitarme sólo a la cuestión del sujeto, señalaré una triple deriva:

1. Del yo denso y compacto que concentra saberes y experiencias esenciales a un yo superficial, frágil y manipulable que acumula impactos emotivos fragmentados y mal digeridos junto a conocimientos difusos e inconexos. El resultado es un yo sin centro rector, un haz confuso y errático de impulsos contradictorios, que sólo encuentra alivio practicando el escapismo.

2.De un yo complejo pero unitario a un yo disperso, desperdigado en una multiplicidad de roles y actividades cada vez más diferenciadas, más absorbentes y más distantes, con tiempos y espacios inarmonizables. El resultado es la ineficiencia acompañado de un borroso sentimiento de fracaso, de angustia y de soledad, que se combate con más autoexigencia –autoevaluaciones, autoremodelaciones- y/o escapismo (consumo, mundo virtual, etc.).

3. De un yo integrado a un yo disgregado, escindido en una multiplicidad de yoes que se activan estratégica o impulsivamente en función de las circunstancias. El resultado es la desaparición de toda posibilidad de encuentro íntimo y verdadero, porque no hay auténtica interioridad. Se impone la indiferencia.

jueves, febrero 01, 2007

¿Dueños de nuestros destinos?

Un alegato ortodoxamente neoconservador...


Los costes emocionales del nuevo individualismo

JOAN SUBIRATS
EL PAÍS - 01-02-2007

Desde hace tiempo me invade cierto desasosiego al observar los anuncios a toda página en que mujeres esculturales, y con menor frecuencia, hombres en plena forma, muestran sus atractivos, realzados por afirmaciones como "mira qué cara", "qué figura", "mira qué torso o qué pelo", "mira qué senos" mientras una pregunta emerge con fuerza: "¿Quién les devuelve la juventud?". Para evitar que uno piense en soluciones "fáusticas", se nos advierte de que no es necesario un pacto con el diablo para mejorar el propio cuerpo y acercarse al modelo publicitado. Se trata simplemente de acudir a los tratamientos que ofrece la moderna cirugía estética. Quizá pueda achacarse mi nerviosismo de la comparación entre los ideales que el anuncio explicita y la imagen que me devuelve cualquier espejo indiscreto, pero entiendo que hay algo más que explorar. Aparentemente no hay nada nuevo en todo eso, como la misma alusión indirecta a Goethe permite suponer. Pero, lo que sí puede resultar nuevo es la combinación entre la profundización individualista de la sociedad globalizada y las nuevas oportunidades que parecen existir para que cada uno se diseñe a sí mismo.

Vivimos en una realidad social en la que predomina la sensación de riesgo, de descontrol, de vulnerabilidades crecientes. Y al mismo tiempo tenemos la sensación de que no controlamos nada, que nos enfrentamos solos a esa exagerada fluidez de relaciones, trabajos y lazos emotivos.

Si somos más frágiles, pueden pensar algunos, al menos tenemos nuevas oportunidades para modelarnos a nuestro antojo y poder enfrentarnos mejor equipados a ese nuevo contexto en el que cada cual es básicamente lo que aparenta y lo que muestra, más que de dónde viene y con quién transita.El último filme del director coreano Kim Ki-duk, estrenado bajo el título de Time, es una buena alegoria de todo ello, aunque la película sea claramente desigual en su narración. A caballo de la enorme popularidad que está teniendo la cirugía estética en Corea del Sur, el cineasta juega con el eterno tema de la pasión amorosa y su potencial declive por el paso del tiempo. Una mujer, extremadamente enamorada y celosa, intuyendo una cierta fatiga en su pareja tras más de dos años de relaciones, decide cambiar radicalmente su figura, sometiéndose a una dolorosa operación de cirugía estética que le cambiará por completo su cara y su apariencia. El desasosiego interno se canaliza hacia la salida fácil que parece ofrecer el quirófano. No se accepta el más pequeño inconveniente, no hay una perspectiva temporal que no sea cortoplacista, no se quiere uno enfrentar con sus propios fantasmas, y se apuesta por un cambio físico absolutamente innecesario si atendemos el punto de partida de la propia protagonista. Tampoco parece que se tengan en cuenta las consecuencias de todo ello en la percepción sobre uno mismo, ni tampoco las consecuencias que ello tendrá en los demás. El filme gira a partir de ahí en sucesivos círculos que van aumentando las angustias emocionales de la pareja hasta llegar a un final que cierra en sí mismo la fábula irónica y crítica sobre esa creciente superficialidad del nuevo individualismo, obsesionado por una belleza convencional vinculada al consumismo estético.
La protagonista atribuye la aparente desafección de su amante a su "misma y aburrida cara", y busca modelar de nuevo su rostro en un agresivo intento de buscar la propia identidad. La película insiste en ese tema en un complicado y no siempre bien resuelto juego de máscaras. Y al mismo tiempo muestra lo inútil de esa tribulación, de esa incesante huida de su propia realidad, cuando sea con una cara o con otra, los protagonistas acaban moviéndose siempre por los mismos escenarios, por el mismo café, por el mismo parque de esculturas. Sus cuerpos son distintos, pero ellos siguen siendo fantasmas en busca de sentido vital. No hay entorno social visible en esa búsqueda de perspectiva. Trabajo, familia, amigos, ciudad son simples aditivos a los que hay que apartar para que no perturben esa introspección narcisista envuelta en pasión amorosa. La identidad, para ellos, es simplemente uno mismo, sin presencia de otros. Lo que les une y les desune es el tiempo. Ésa es la belleza del desigual filme de Kim Ki-duk, descubrirnos la vulnerabilidad y cortedad de esa dependencia física y estética. Los problemas de los personajes no tienen nada que ver con la vida de muchos de los que les rodean, que probablemente tienen preocupaciones más acuciantes. Pero, esa desaparición del contexto, típica del nuevo individualismo, nos lleva a otra posible lección que sacar del filme: la falsa salida de la reconstrucción corporal y estética frente a la sordidez vital de la cotidianeidad.
¿Es ésa la sociedad que queremos? ¿Es ésa la modernización que pregonamos? Generamos ansiedad. Y encontramos más ansiedad cuando tratamos de escaparnos de la misma. En un buen reportaje de un reciente suplemento de cultura de La Vanguardia, Renata Saleci abordaba el tema de la renovada capacidad de los individuos para tratar de modelar su destino. E insistía en que eso provenía de la propia sensación que deberíamos estar preparados para poder llegar a ser empleables, casables, superando las constantes y diversas evaluaciones a las que estamos sometidos. Nunca habíamos sido más capaces de modelar lo que somos. Empezando por nuestro aspecto, y acabando por nuestras opciones vitales más diversas. Y no por ello se reduce nuestra ansiedad. Seguimos buscando algo que no encontramos. Hemos roto muchos de los vínculos que nos ataban con la familia, con el trabajo, con amigos no elegidos o con barrios calurosos pero asfixiantes. Pero esa autonomía conquistada, ese privatismo aislacionista nos sigue pareciendo angustioso. Los costes emocionales de la globalización aumentan. Y no por el hecho de luchar más por nuestra propia identidad, logramos que sea más sólida y durable. Quizá deberíamos empezar a pensar que solos, por muy nuestros que seamos, tampoco lograremos escabullirnos de nuestras angustias si no recuperamos un cierto sentido colectivo de nuestra convivencia.

"Hombres graníticos"

Hace poco me topé con la expresión “hombre granítico” en una novelita y desde entonces ando preguntándome si existen “hombres graníticos” en mi entorno. Me refiero a hombres capaces de decir “tengo la firme determinación de...” y resultar creíbles; a hombres correosos ante la adversidad, que siguen su marcha inexorable hacia el cumplimiento de su misión, sin prestar atención a la mirada ajena; a hombres dotados de una misteriosa chispa de lucidez, que saben lo que debe hacerse y cuándo, y que lo hacen sin dudas ni vacilaciones.

Pues bien, me salen poquitos, muy poquitos y los que se aproximan no estoy muy seguro de que sean realmente graníticos, sino más bien reliquias testarudas y desubicadas, inconscientes de las carencias que esconden con su máscara de suficiencia displicente.

No, seguramente nunca habrá habido verdaderos hombres graníticos. A lo sumo, farsantes esforzados que acababan confundiéndose con su representación. Pero indudablemente fue una “creación” con éxito y sigue despertando nostalgias, quizás porque combina rasgos poco frecuentes actualmente: voluntad poderosa, inteligencia anticipadora, sentido trágico de la existencia, serenidad estoica, independencia del juicio ajeno…

Por eso, no es extraño que la televisión, últimamente anclada en la broma mil veces repetida de presentarnos hombres “duros” que no consiguen serlo (Cuesta, Serrano, Hombres de Paco), haya presenciado el éxito de una serie como House, en el que el protagonista exacerba su perfil granítico añadiendo un toque borde y descuidado que le humaniza. Quizás todo el mundo desearía a veces ser House y esconder con su coraza las frustraciones y miserias, como comenta Toni de la Torre. En cuanto a ese Risto Mejide que nos han colado en OT, sin duda es una caricatura odiosa y degradada de la misma fórmula.

Por cierto, ¿hay mujeres graníticas?. Yo descubro muchas en mi entorno, amparadas por una épica femenina que actúa como nueva estructura de sentido en sustitución de la antigua épica masculina. Y todavía no se ha producido el correspondiente proceso de desenmascaramiento.

L'èxit de House Toni de la Torre, Avui, 30 de gener de 2007

Tot i ser un individu mal educat, arrogant, solitari i amb molt mal caràcter, és sorprenent la quantitat de sospirs femenins que provoca el pompós doctor House. Encara que moltes reconeixen que conviure a la vida real amb aquest negrer seria un autèntic infern, les dones no poden evitar trobar irresistible aquest singular metge. Potser és per la seva brutal honestedat a l'hora de tractar els pacients, per les seves fermes conviccions i el seu estil de sapastrot que encaixa bé amb la cama coixa i el seu caràcter aspre, així com un mal dissimulat esperit rebel que es dibuixa al seu rostre les poques vegades que somriu.
Les dones no poden resistir-se a l'encant de House. I els homes tampoc: a ells els agrada el caràcter transgressor del personatge, els comentaris racistes i la seva tendència gairebé patològica a menysprear la dona. Tot això ha generat un fenomen singular: el d'homes que intenten assemblar-se a House per veure si n'adquireixen encant. Des de fa cert temps es pot detectar pel carrer una nova raça de mascles que van igual de descuidats, no s'afaiten i farden dels seus coneixements en alguna matèria. Alguns fins i tot fan el coix. Ignoro si els més atrevits s'han enganxat al Vicodin.
Però no cal que imitin en House, perquè en House som tots. Tots ens tanquem en nosaltres mateixos quan algú ens ha fet mal, tots tenim tendència a desconfiar dels altres, tots volem tenir sempre la raó, tots ens penedim d'algun fet del passat i tots menyspreem els que ens apreciem. I aquesta, i no una altra, potser acaba sent la clau de l'èxit de House.